Editorial 189

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Estimada Familia Salesiana:

Hace poco algo nuevo ha revolucionado a varias zonas del mundo y de nuestro país. Cientos de jóvenes con sus celulares encendidos buscando algo: un pokémon. Han sido muchos los puntos donde se podía “cazar” este extraño personaje que suscita atracción e interés de niños, adolescentes, jóvenes y también adultos. Frente a algunas de nuestras iglesias se veían grupos haciendo la misma operación, pues era una poképarada.

Si ya es usual ver a muchas personas que circulan por las ciudades con sus celulares en sus manos, incluso arriesgando su vida o integridad por sumergirse en otra dimensión, ahora se vivía un fenómeno grupal, incluso comunitario, para atrapar estos personajes y adquirir el estatus que el juego virtual regala a los más avezados.

Es otra señal más de esta era digital en la que nos movemos. Muchos de los así llamados “movimientos sociales” de nuestro país y de otras latitudes, basan buena parte de su éxito a través de las redes sociales, obteniendo un resultado nunca antes visto. Es un lenguaje instantáneo, gratis, masivo, atractivo, autónomo, sin censura, de libre circulación, sin restricción.

El Papa Francisco, hace dos años, nos decía que no tuviéramos miedo de hacernos ciudadanos del mundo digital, y que Internet era un don de Dios. Pero, poco después, ha advertido: “Las herramientas actuales nos permiten comunicarnos unos con otros y compartir conocimiento y afecto. Sin embargo, algunas veces también evitan que tengamos contacto directo con el sufrimiento y la alegría de los demás y la complejidad de su experiencia personal. Entonces, no debe ser una sorpresa que con la increíblemente creciente oferta de estos productos, se dé una insatisfacción melancólica en las relaciones o un aislamiento dañino”.

Al ver a tantas personas ensimismadas en estos nuevos espacios, no podemos dejar de preocuparnos, pues se invierte tanto tiempo en estar solo, entusiasmado con la irrealidad, incomunicados con el prójimo, perdidos en el espacio y el tiempo de la vida concreta, siguiendo personajes irreales o extraños, desconociendo al hermano que tienen al lado y que necesita de una ayuda o de una atención personal. Es una moda que ha ido decayendo predeciblemente en estos días. No podía ser de otra forma, pues si aparece de la nada, debe volver a la nada.

Jesucristo sigue estando aquí, llamando e invitando a ser sus apóstoles, construyendo un mundo real, concreto, más justo y humano, donde primen los valores que nos hacen más y mejores personas. Así lo han entendido miles de jóvenes que se encontraron en Polonia, junto al Papa, para gritar que Cristo está vivo y que mueve los corazones de los jóvenes. Así, también, lo han entendido algunos jóvenes que han entrado a realizar la experiencia del Aspirantado Salesiano, en La Cisterna, para discernir mejor el llamado que les está haciendo Jesús. Así nos dicen aquellos hermanos que han sido ordenados sacerdotes en estos meses o que han hecho su profesión religiosa perpetua, para quedarse para siempre al servicio de los demás como consagrados. No son los personajes virtuales los que acaparan nuestra atención. Son los de carne y hueso que nos mueven a salir de nosotros para ser significativos para los demás, dando lo mejor de cada uno.

Animémonos, entonces, a seguir buscando el sentido de nuestra vida, a salir al encuentro de muchos para ponernos de acuerdo en llevar por obra la invitación de Jesús: “¡Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado!”.

Un abrazo y bendición a cada uno de nuestros lectores,

P. Alberto Lorenzelli Rossi, Inspector.

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