Artémides Zatti: “Creí, prometí y sané”

Copia de zatti_creyente BS JULIO22

VERSIÓN INTERACTIVA

Sobrellevar las dificultades, orientar la vocación y disfrutar la vida.

El acto vital de la fe es la historia personal del creyente. Si decimos que en la raíz de la fe está el don de Dios, también debemos asegurar que ese don se cobija en una persona. La fe como adhesión personal a Dios resultó para Artémides Zatti una historia personal, llegando a la santidad en el trabajo concreto, en la atención de enfermos y el mundo de la salud.

Un camino de fe

En 1897, cuando tenía 17 años, su familia se trasladó a Argentina para emprender una nueva vida. Llegaron a Bahía Blanca, donde el tío Luis les preparó un hogar. Durante los fines de semana se acercaban a la parroquia Nuestra Señora de la Merced, atendida por los salesianos. Allí, Artémides profundizó su fe en Jesús y conoció a Don Bosco. Con ese testimonio decidió ser salesiano.

Viajó a Bernal para comenzar el aspirantado, donde estudió y trabajó. Lamentablemente, contrajo tuberculosis al cuidar de un salesiano enfermo, por lo que se trasladó a Viedma para apaciguar su enfermedad.

Allí conoció al P. Evasio Garrone, dedicado a la medicina, que lo invitó a realizar una promesa a María Auxiliadora para lograr la curación, con el compromiso de dedicar su vida al cuidado de los enfermos del incipiente Hospital San José de Viedma. La frase de Artémides fue categórica: “Creí, prometí y sané”, como escribió en el periódico Flores del Campo de 1915.

Creer en la intercesión de María para su curación fue una acción de fe sencilla. Prometer fue un acto valiente para confiar en la Providencia. Sanar fue el resultado de la fe y confianza que llevó a Artémides a quedarse hasta el día de su muerte junto a los más necesitados. Artémides Zatti: “Creí, prometí y sané” Por José Sobrero, sdb

Un testimonio de fe

Aquella promesa a María Auxiliadora es el punto de inflexión para entender su enorme trabajo. Con fe sobrellevó la enfermedad y orientó su vocación, a la que nutrió diariamente con Dios.

Monseñor Carlos Mariano Pérez, inspector salesiano en los últimos años de Artémides, señaló sobre la fe de Zatti: “Amaba a Dios con todo su corazón, mente y fuerza. La oración era como la respiración de su alma”.

Complementó que “aunque los problemas materiales lo tenían acuciado y preocupado, siempre anteponía lo eterno a lo temporal” y “era un verdadero catequista que ofrecía la imagen del hombre adulto en la fe, capaz de transmitirla de forma sincera y desinteresada”. En una carta escrita a sus familiares de Bahía Blanca, expresó de forma simple y sencilla su fe:

“Rezad por mí, que tengo mucha necesidad para poder cumplir la misión que el buen Dios en su misericordia infinita se ha dignado confiarme, yo lo hago por ustedes todos los días. ¡Y con mucho fervor cuando pienso que la vida presente es corta, muy corta! Que de los padecimientos del día de ayer no se tiene más recuerdo (dulce recuerdo cuando se sufre por el Señor) ¡y que el premio que nos espera es grande, muy grande, porque es Dios mismo!”.

La fe de Artémides fue un verdadero gozo, sabiendo que gozar es entrar en el dinamismo de la realidad, en cada instante. Comprometió su vida a la comunidad, que tenía forma de hospital. Convivió con sus hermanos enfermos, pobres y olvidados. Allí se alojaron la alegría, emoción y gusto personal de su vocación. Ese dinamismo de fe y adherido a lo trascendental lo llevó a la santidad.

VERSIÓN INTERACTIVA

Por José Sobrero, sdb

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