Lo absoluto del amor salesiano

San Francisco Sales

“Mis queridísimos hijos en Jesús. Cerca o lejos pienso siempre en ustedes. Son el único y continuo pensamiento de mi mente”, Don Bosco. En la obra de Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, publicada en enero de 1609, el santo señala que “La viva y verdadera devoción presupone el amor de Dios; pero no un amor cualquiera, porque, cuando el amor divino embellece a nuestras almas, se llama gracia, la cual nos hace agradables a su divina Majestad; cuando nos da fuerza para obrar bien, se llama caridad; pero, cuando llega a un tal grado de perfección, que no solo nos hace obrar bien, sino además, con cuidado, frecuencia y prontitud, entonces se llama devoción”.

“Los avestruces nunca vuelan; las gallinas vuelan, pero raras veces, despacio, muy bajo y con pesadez; más las águilas, las palomas y las golondrinas vuelan con frecuencia veloces y muy altas. La devoción no es más que una agilidad y una viveza espiritual por cuyo medio, la caridad, hace sus obras en nosotros, o nosotros por ella, pronta y afectuosamente”, explica.

Un vuelo de altura

En 1884, don Bosco se encuentra en Roma, a 774 kilómetros de Turín. Está muy enfermo y sumamente ocupado en trámites importantísimos ante la Santa Sede, sin embargo, su corazón lo lleva a dónde están sus jóvenes. La carta que les envía no fija su pensamiento en sus tareas y preocupaciones, ni siquiera en Dios… “Su pensamiento” está totalmente centrado en el amor a sus jóvenes.

Justamente, su modo de amar a Dios es volar en alas del amor a sus jóvenes, desde y con el mismo amor de Dios, que llena su corazón.

Cerca o lejos

Así comienza su mensaje. No hay distancia que impida al corazón estar centrado en la persona amada. Las geografías nos diferencian. Los contextos, a veces, nos atrapan, pero don Bosco no habita un lugar propio, está donde están ellos… No importa dónde se encuentre o qué esté haciendo… él vive en el territorio de los jóvenes.

El amor salesiano reubica constantemente a la persona del educador, haciéndolo habitar, llevado por el amor de Dios, en los espacios o patios juveniles.

Pienso

Se piensa en alguien cuando se está preocupado por esa persona, y se está preocupado porque se la ama.

No se trata solamente de un recuerdo nostálgico, sino de un amor de benevolencia, de interés, de cuidado. La mente, movida por el corazón, siente necesidad de estar con los que se ama. No hay actividad, ni distracción que nos saque del amor que llena nuestro corazón: los jóvenes más pobres.

El tiempo es el movimiento permanente de la historia. “Siempre”: indica continuidad, agilidad, fidelidad. No hay instante que no esté acuciándonos el deseo de estar y amar concretamente a aquellos por quienes estamos dispuestos a dar la vida.

El “siempre” nos pone en un arco de tensión hacia los jóvenes. Es el principio de “agilidad y viveza espiritual” que habla San Francisco de Sales y nos pone en sintonía con el ritmo cambiante de los jóvenes, sus procesos de crecimiento, transformación y ejercicio de sus libertades.

En ustedes

“Sus queridísimos hijos”, los jóvenes de Valdocco. No se aman cosas, causas, valores abstractos, instituciones… se ama a personas concretas. Esos jóvenes tienen rostros, nombres, historias particulares que los identifican. Tienen, sobre todo, un vínculo especial con él, que los siente como un padre a sus hijos… ¡En el amor salesiano no se ama si no se adopta!

Solo un amor de “enamorado” puede afirmar esto. Solo Dios, su amor, es capaz de poner en nuestros corazones un amor tan apasionado y absoluto por los jóvenes.

La celebración de los 400 años de la muerte de San Francisco de Sales es motivo para que la Familia Salesiana se pregunte sobre su modo de amar. Estos rasgos del amor de nuestro Patrono y de Don Bosco ¿son en verdad los que marcan los latidos de nuestro corazón salesiano?

Por P. Luis Timossi, SDB. CSFPA

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