Un largo camino de regreso a casa

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El P. Heriberto Cabrera (53) es sacerdote salesiano oriundo de Valparaíso, y después de 30 años de misión en Madagascar e Isla Mauricio, regresó al país que lo vio nacer.

Lleva un poco más de dos meses en Chile y ya se siente en casa. “Me he sentido súper acogido, los hermanos han sido muy cariñosos. Mi familia también ha estado muy presente y han sido un gran apoyo emocional. Estoy muy agradecido”, expresó.

Para él, la vida del misionero salesiano es difícil, solitaria y exige una fuerte experiencia de fe, pero es una oportunidad para encontrar a Dios y ser mejor. “El verdadero misionero está en el frente, en los lugares más difíciles, eso no significa tener que dejar necesariamente su país. Los lugares difíciles son esos que el Papa llama periferia existencial”.

Llegó a Chile el 12 de septiembre y lo que más extrañaba de nuestro país era la vida comunitaria y la comida típica. Lo más duro que le tocó soportar cuando estuvo lejos fueron las enfermedades de algún familiar o la pérdida de un ser querido.

Hace unos siete años comenzó a sentir que debía volver a Chile. Se hizo acompañar para discernir su retorno, y cuando la congregación decidió en febrero de este año no renovar el acuerdo con la diócesis, el P. Heriberto se encontraba libre para cambiar de país. En ese momento, dijo a sus superiores que estaba disponible para ir a otro lugar, pero que le gustaría regresar a Chile.

¿Por qué Chile? Una de las razones más importantes fue su preocupación por todo lo que vive nuestro país a nivel social y eclesial.

En el presente, es parte de la comunidad internacional de los estudiantes de Teología en Lo Cañas, en Santiago. Allí colabora con el equipo de formación de los futuros sacerdotes salesianos. Además, trabaja en Fundación Don Bosco, en la que colabora con la animación pastoral y salesiana, y es docente en la Universidad Católica Silva Henríquez.

África: jóvenes protagonistas

Fue testigo de la gran misión evangelizadora y educativa que realiza la congregación en el continente africano y sus alrededores. “Me impresionaron los jóvenes que caminaban tres horas al día para ir al colegio y que cuando llovía no tenían cómo cambiarse. También recuerdo las visitas a la prisión de menores de Antananarivo”.

Plantea que es difícil escoger la obra más importante, pues hay diversos tipos de trabajos y misiones, pero resalta que lo más significativo es siempre lo que se hace con los jóvenes, sobre todo cuando son protagonistas y no solo destinatarios.

Las tres décadas de misión en el océano Índico lo marcaron con vivencias e historias de vida hermosas y dolorosas. “Recuerdo a Patrick, un joven con una pierna enferma a causa de la poliomielitis. Me sorprendió su valor ante la adversidad, sobre todo cuando lo veía jugar fútbol. Hoy está casado y es padre de familia”.

Testimonios de sacrificio y esfuerzo, que hoy ya son parte de su historia. Experiencia de vida en misión que hoy atesora con los más bellos recuerdos. “Lindas fueron las fiestas, los bailes, como cuando me enseñaban a bailar ‘sega’. Pero lo más lindo ha sido estar siempre con los jóvenes”, expresa.

Por Karina Velarde, periodista

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