“No queremos ser modelo de familia, solo servir”

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Una consagración familiar requiere un llamado al servicio de Dios desde una vocación específica, teniendo en cuenta la relación que tiene cada miembro con el Uno y Trino. El llamado a consagrarse a la Virgen desde una perspectiva salesiana no es diferente. Hombres y mujeres consagrados a la Auxiliadora se comprometen a tenerla como modelo de vida cristiana, sobre todo, imitando su caridad en pro de los más necesitados.

Este es el estilo de vida que asumió la familia Bravo-del Mauro, integrada por Jorge y Lissette, matrimonio que participa desde hace 35 años en la parroquia salesiana “Jesús El Señor” de La Florida, junto a sus hijos Ignacio, ingeniero informático, responsable del grupo EJE de la misma parroquia (Encuentro de Jóvenes en el Espíritu); Irma, relacionadora pública, integrante también de la parroquia y su nieta Fernanda, hija de Irma, estudiante de las Hijas de María Auxiliadora, miembro también de la parroquia.

Como familia se comprometieron a ser “Auxiliadores de los cristianos”, como la Madre del cielo, en estos tiempos difíciles para Iglesia. Jorge y Lisette desean encantar a otros para que también sientan la misma devoción hacia la Virgen y así proteger a la juventud, tal y como lo quería Don Bosco. Saben que esta misión no es fácil y que se necesita más que ganas.

Ignacio e Irma desde pequeños vieron a sus padres trabajar por la juventud en la parroquia, y fue ese el espíritu que ambos heredaron de sus progenitores. Asimismo, Ignacio, siente que responde a su promesa ante la Virgen trabajando desinteresadamente por los jóvenes que llegan al grupo EJE. Cree que la mejor manera de trabajar con ellos es hablándoles desde su experiencia. “Antes los adultos hablaban de la fe de una manera muy invasiva y eso quizá generaba que los jóvenes se alejaran. Para mí lo mejor es hablar de joven a joven y compartir vivencias”.

Irma comenta que su misión como consagrada en ADMA es mostrar una Virgen cercana, humana; una mujer que estuvo siempre al servicio desinteresado de los demás. “Es una tarea difícil. Las personas van a misa y muchas veces dejan de lado la imagen maternal de la Virgen”.

El llamado a la consagración es grupal, pero la respuesta es individual. Cada uno, desde su experiencia de vida, responde a Dios y a María Auxiliadora de acuerdo a la misión que recibieron el día de su promesa, ser signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes con el estilo de María.

La familia Bravo del Mauro cree que la mejor manera de hacer apostolado familiar es evidenciar con su testimonio diario que ellos, como familia, han asumido un estilo de vida. “Muchas personas, parte de nuestra familia, reprochan nuestra opción de estar en actividades parroquiales antes que en otros eventos. Les explicamos que Jesús y María son pilares fundamentales de nuestra vida”.

Lisette asegura que la familia se fortalece cuando desde el interior existe un diálogo armonioso entre padres y un ambiente de servicio hacia la comunidad, un proyecto de vida familiar. Es el mismo testimonio, más que palabras, el que guía a los hijos por el camino del bien. “No hay un secreto de crianza. Desde el interior de la familia es importante que los hijos vean a sus padres haciendo las cosas de bien, para que ellos se impregnen. Nosotros no queremos ser modelo de familia para nadie, solo queremos servir”.

Momento de la consagración Familiar

Luego del congreso de ADMA que se llevó a cabo en Paraguay, Lisette invitó a su esposo Jorge a que también aprendiera y compartiera con ella esta experiencia que estaba viviendo en ADMA. No fue fácil convencerlo, sin embargo, sintió el llamado e hizo su promesa.

En 2014 los cinco integrantes de la familia, en ceremonia solemne, acompañados de dos familias más, dijeron SÍ a Dios y a la Virgen Auxiliadora y se convirtieron en las primeras familias de la Asociación de María Auxiliadora en Chile en consagrarse como grupo. Al respecto comenta Lissette: “Fue un día muy emotivo. Cada uno de los miembros hizo su promesa individual. Yo estaba feliz y siento que ser una de las primeras familias consagradas a ADMA es una Bendición de Dios. Además estaba acompañada de mis hijos”.

Por Gustavo Cano, Periodista

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