Seguimos construyendo un nosotros

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VERSIÓN INTERACTIVA

El Papa Francisco, en su mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado de 2021, nos recuerda lo que ya nos anunció en su encíclica Fratelli Tutti acerca de una preocupación y anhelo que ocupan un lugar muy importante en su corazón:

«Pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. Ojalá que al final ya no estén “los otros”, sino sólo un “nosotros”» (FT 35).

En el contexto de la celebración de los 150 años de nuestro Instituto, resuenan las palabras del Papa Francisco, impulsándonos a releer nuestra historia desde un “nosotros”.

Ubiquémonos en el origen de la experiencia misionera de nuestro Instituto. La primera expedición misionera FMA. Con la bendición del Santo Padre, Pío IX, el 9 de noviembre de 1877, y la protección de María Auxiliadora, desde el puerto de Génova (Italia), el 14 de noviembre de 1877, nuestras jóvenes hermanas abrazan en el corazón ir más allá de las fronteras de Europa para anunciar el amor de Dios en tierras americanas.

En su equipaje, “una confianza total en Dios, con la alegría de proclamar el amor de Jesús, con la humildad para aceptar nuevas costumbres y nuevas culturas y con la voluntad para vivir sacrificios”. (Crónica II, p. 241-246).

Se trata de seis jóvenes religiosas, sor Angela Vallese (23), sor Giovanna Borgna (17), sor Angela Cassulo (25), sor Angela Denegri (17), sor Teresa Gedda (24) y sor Teresa Mazzarello (17), también migrantes en América, experimentaron la acogida, hostilidad, penurias, frío, hambre, la nostalgia por lo que dejaron y la incertidumbre de plantar, en una tierra desconocida, el carisma de Don Bosco y Madre Mazzarello… el Espíritu de Mornés.

Lograron hacerse parte y establecer relaciones interculturales. Lograron enriquecerse con la diversidad del lugar y su gente, y enriquecer a aquellos con quienes compartieron la vida y misión. Derribaron muros para construir los puentes del encuentro.

La experiencia de su migración está impulsada por la decisión libre y generosa de entregar todo lo que son a quienes aún no conocían, el tesoro que deseaban compartir, el encuentro con Cristo que hace plena la vida.

En esta perspectiva, las migraciones contemporáneas distan de esta experiencia en un elemento fundamental. Nos enfrentamos, ciertamente, al proceso migratorio más grande visto por la humanidad por motivos de guerra, pobreza, situaciones políticas y cambio climático.

El traslado se vive, frecuentemente, en una amarga síntesis de miedos y esperanzas, en la ilusión de un futuro que devuelva la vida. En un marcado escenario de supervivencia.

Nuestro país se enfrenta a un aumento constante de flujo migrante. Nuestros hermanos, aunque forzados en muchos casos, traen consigo la riqueza de su historia y la oportunidad de compartir mutuamente la abundancia del encuentro vital.

Tal como experimentaron nuestras primeras hermanas, el milagro del encuentro sigue aconteciendo hoy en nuestro Instituto, en tantos lugares del mundo y también en Chile. Como en nuestro Centro de Atención Diurna Laura Vicuña, de la comuna de Lo Prado. La comunidad religiosa, junto a diversos educadores, municipalidad, escuelas, parroquia, ONG Vides, Red de alimentos, empresas, entre otros, convocan alrededor de 52 niños y niñas entre seis y 16 años, de los cuales 70% son migrantes provenientes de Venezuela, Perú, Haití, República Dominicana y Bolivia.

No solo esta comunidad está haciendo esta experiencia. Nuestros patios se han llenado de colores y culturas en las distintas comunidades educativas que, como dice el Santo Pradre, nos brindan la oportunidad de superar nuestros miedos para dejarnos enriquecer por la diversidad del don de cada uno.

Entonces, si lo queremos, podemos transformar las fronteras en lugares privilegiados de encuentro, donde florece el milagro de un nosotros cada vez más grande.

VERSIÓN INTERACTIVA

Por Sor Susana Díaz, fma

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