Editorial 216

Fiesta Don Bosco 2021022

Queridos hermanos y amigos de la Familia Salesiana en Chile:

Don Bosco siempre admiró a San Francisco de Sales, tanto que lo eligió como modelo y protector para su obra y para la nueva Congregación que debería dar continuidad a su legado. Descubre su figura en el seminario de Chieri, donde lee sus obras fundamentales. Lo que más le impresiona e influye, por un lado, es el ejemplo de apóstol y misionero y, por otro, la mansedumbre y dulzura de trato.

El primer oratorio fundado por Don Bosco se llamó San Francisco de Sales. La primera iglesia construida en Valdocco por Don Bosco fue dedicada a San Francisco de Sales. En su habitación tenía un letrero en el que estaba escrito el famoso mensaje divulgado por él: “Da mihi animas, caetera tolle” (“Dame almas, llévate lo demás”), una frase bíblica que solía repetir San Francisco de Sales.

Fue propósito de Don Bosco como sacerdote: “La caridad y la dulzura de San Francisco de Sales me guiarán”. El apelativo salesiano hace, por tanto, referencia al obispo de Ginebra, pero no solo a su persona, sino también a su espíritu y mensaje. Este sentido salesiano se ve en toda su autenticidad en un pequeño tratado que escribió sobre el Sistema Preventivo y cuya puesta en práctica supone la bondad, dulzura y mansedumbre de cuyo espíritu, con el amor, surge la espiritualidad salesiana, la espiritualidad de Don Bosco.

El Rector Mayor asegura que “San Francisco de Sales fue y continúa siendo un maestro de vida espiritual, rico de sabiduría, haciendo todo para todos en la caridad pastoral y empeñado en restaurar la unidad de los creyentes en el vínculo de la paz”.

Para nosotros salesianos, San Francisco de Sales se presenta como modelo en el cual inspirarse por su gentileza, bondad y humildad hacia cualquier persona. El artículo 17 de las Constituciones Salesianas establece, casi a imitación del santo y doctor de la Iglesia, que el salesiano “cree en los dones personales y sobrenaturales del hombre, sin ignorar su debilidad. Acepta los valores del mundo y no se lamenta de su tiempo: toma aquello que es bueno, especialmente si les gusta a los jóvenes. Anuncia la Buena Noticia y siempre está feliz. Transmite gozo y alegría en educar hacia la vida cristiana y el sentido de la felicidad”.

Que la figura de este gran maestro de vida nos estimule a “hacer todo por amor, nada por la fuerza”, reforzando en nuestra familia espiritual la caridad pastoral que nos debe llevar a cuidar los vínculos interpersonales, a cuidar con mansedumbre las relaciones con nuestro prójimo para ser signos y portadores del amor de Dios en los ambientes personales, comunitarios y sociales que nuestra realidad en Chile nos invita a aportar.

Con afecto, P. Carlo Lira Airola, Inspector

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