“Fraile o no fraile, me quedo con Don Bosco”

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Esta fue la respuesta de un joven Juan Cagliero ante la propuesta de fundar la Congregación Salesiana, que hoy nos invita a mirar nuestra identidad.

La fascinante reacción del más temperamental y “juglar” discípulo de nuestro padre, expresa una verdad que hoy el Rector Mayor, don Ángel Fernández Artime, nos propone como primera prioridad para avizorar, salesianamente, este sexenio: “La identidad carismática”.

El carisma es como un prisma que revela la riqueza de colores que contiene el haz de luz que lo atraviesa. El Amor de Dios, Jesús y su Evangelio, al pasar por el corazón de Don Bosco, se refleja con facetas deslumbrantes y rasgos inconfundibles. Descubren lo más profundo y hermoso de su persona: su “identidad”. “Quedarse con Don Bosco” significa eso: que nuestro corazón fue alcanzado por la belleza de su carisma; quedar fascinados y movidos a hacer de ese modo de vivir el estilo inspirador de nuestras propias vidas.

Filiación espiritual

Cuando digo “quedarme con Don Bosco” manifiesto un principio unificador de mi vida y una pertenencia: soy “como él” y “soy de él”. Asumo sus rasgos de identidad carismática como los “genes espirituales” y como los “latidos del corazón” que impulsan mi acción educativo-pastoral.

Creo que esto constituye la esencia de mi “filiación espiritual”: me siento hijo/a de este padre que es Don Bosco. Y experimento el carisma como la fuente de mi fraternidad: me hace familia, hermano/a en la vivencia de “su” - “nuestro” carisma salesiano: la Familia Salesiana.

Policromía

Cuando contemplo la mirada de Don Bosco veo brillar en sus ojos, como en el centelleo de las facetas de un diamante, cinco reflejos de su corazón. Cinco rasgos esenciales que componen la armonía de su carisma como discípulo del Señor.

Estas facciones de su rostro conforman el espejo en el que contemplo mi imagen de hijo y de hija:

La predilección por los pequeños y los pobres: que conforma el campo donde trabajar.

La paternidad de Dios: que constituye la raíz misma de un modo de amar “paterno-materno”.

La imagen del Buen Pastor: que delinea el estilo del amor manso, tierno, dispuesto a dar la vida.

El celo apostólico por la urgencia del Reino: que encauza todas las energías en esta misión.

La unidad de la comunión fraterna: que lleva a una opción comunitaria y a un estilo familiar de vida y acción.

¡Gracias!

Este modo de tener a Jesús en el centro de la vida, de asumir y vivir “su” mandamiento del amor, de encarnar en lo cotidiano de la existencia esa “gracia de unidad” que une cielo y tierra, propios de Don Bosco, son para nosotros puro don, genial regalo de Dios. Hacen nacer desde lo más profundo un único sentimiento: ¡Gracias!

Y motivación

Pero también nos movilizan a un compromiso de aceptación, reconocimiento, profundización, conformación y actualización. El carisma es un potente principio dinamizador. Es el mismo Espíritu Santo quien nos ilumina en el día a día.

Qué quiere decir “quedarme con Don Bosco”. Concluye don Ángel: “Este sexenio deberá distinguirse por un profundo trabajo de crecer en profundidad carismática, en identidad salesiana, en todas las etapas de la vida, con un serio empeño en cada Inspectoría y en cada comunidad, hasta poder decir como Don Bosco: “He prometido a Dios que hasta mi último suspiro sería para mis queridos jóvenes pobres”.

Comentario al Plan del Sexenio del Rector Mayor: 1º “Salesiano de Don Bosco para siempre”.

Por P. Luis Timossi sdb, CSFPA - Quito

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