Redescubrir la serena armonía con la creación

La llegada del nuevo coronavirus ha dotado de personalidad a este año 2020. Podríamos decir que se ha convertido en un personaje, que surge en las conversaciones propias del confinamiento. Mientras tanto, en el silencio que delata la ausencia de la humanidad más allá de los hogares, la naturaleza cobró protagonismo.

Animales salvajes de pronto deambulan por las ciudades. Las cristalinas aguas de Venecia dan la vuelta al mundo debido al cese de la navegación en ellas. Cielos más despejados gracias a que gases contaminantes se redujeron por el freno de las faenas. Escenas esperanzadoras para una sociedad inmersa en la discusión sobre el calentamiento global que revelan que aún hay tiempo para salvar nuestra Casa Común.

Sin embargo, hoy el medioambiente no está dentro de las prioridades. La crisis sanitaria y sus efectos son urgentes, con razón. Pero si se observan las raíces de la pandemia hallaremos la alteración de los ecosistemas, cuando las fronteras de lo salvaje no se respetan y los virus que habitan en los animales saltan a la especie humana. Una expresión más de la naturaleza que hoy nos exige un cambio de actitud

Clamor que fue escuchado por el Papa Francisco, quien anunció en mayo de 2020 el año “Laudato Si”, encíclica sobre el cuidado del medioambiente. El objetivo del Santo Padre es que todos puedan dedicarse a estudiarla en profundidad, pues “una ecología integral implica dedicar un poco de tiempo a redescubrir la serena armonía con la creación (...), debemos reflexionar sobre nuestro estilo de vida y nuestros ideales”

Casa común

La palabra ecología es un neologismo griego que se integra a la reflexión científica cuando se comprende que el funcionamiento de un organismo viviente es fruto de un conjunto de relaciones que interactúan entre ellas y hacen posible su existencia. El término “Oikç” significa casa y es la raíz tanto de la palabra economía como de ecología, una casa que debe ser curada y administrada en sintonía. La experiencia nos dice que no siempre ha sido así. La preocupación global para la ecología del planeta ha tenido que esperar su tiempo para entrar con mayor preocupación en las políticas gubernamentales.

En la misma Doctrina Social de la Iglesia, la aprensión por el tema del ambiente es nueva. La atención central, por largo tiempo, ha sido dedicada más directamente a temas como la dignidad humana, la justicia social, la paz, el desarrollo, etc. Con “Laudato Si” este tema asume carácter de imperativo ético de urgencia frente a la evidencia de que los cambios del clima avanzan y el equilibrio del ecosistema global sufre fuertes deterioros.

Para la pastoral, la lectura de este tema puede hacerse bajo dos miradas complementarias. La primera es la relación del hombre con la naturaleza, responsable de la continuidad de la Creación misma, para llevar el cumplimiento de la promesa de los cielos nuevos y la tierra nueva (Ap.21). La segunda es la construcción de la comunidad política nacional e internacional, hoy muy carente de interconexiones virtuosas, porque cierto tipo de finanzas condiciona el desarrollo y las visiones de corto plazo en materias medioambientales.

De aquí nace la expresión “casa común”, que es también la novedad de “Laudato Si”. En su publicación, en junio de 2015, meses antes de la cuarta gran Cumbre de la Tierra en París, su conclusión de fondo fue decretar con apremio la evidencia de que los problemas del cambio climático afectan globalmente a todos los países, sin exclusión. Con esto también hay amplio consenso en que la solución de los temas emergentes debe ser abordada con un sentido de responsabilidad común.

Con la pandemia se ha detenido la economía para la sobrevivencia del mundo entero. El Universo ha demostrado su fragilidad. Las lecciones y los aprendizajes son muchos a partir de la urgencia de desconectar ciertas finanzas, sobre todo el orden de cosas, para ceder a la construcción de sistemas políticos vinculantes con fuertes incentivos a la economía real y productiva con amalgamas de fraternidad.

Sistema para el futuro

“La paz, el desarrollo y la protección del medioambiente son interdependientes e inseparables”, señala uno de los principios de la primera Cumbre de la Tierra realizada en Río de Janeiro, en 1992. Veinte años más tarde, en la misma ciudad se realizaría una nueva versión de esta cita, en la que se impulsó, bajo esa premisa, una agenda de metas para 2030. Luego de la consulta más amplia de la historia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se publican en 2015 los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS).

Fin de la pobreza; hambre cero; salud y bienestar; educación de calidad; igualdad de géneros; agua limpia y saneamiento; energía asequible y no contaminante; trabajo decente y crecimiento económico; industria, innovación e infraestructura; reducción de las desigualdades; ciudades y comunidades sostenibles; producción y consumo responsables; acción por el clima; vida submarina; vida de ecosistemas terrestres; paz, justicia e instituciones sólidas, y alianzas para lograr los objetivos son las 17 propuestas de la ONU.

Aunque los ODS parezcan aislados, todos se relacionan entre sí. Tarea que no es sencilla, sino, por el contrario, lo suficientemente compleja, como lo es la problemática a abordar. Implica caminar hacia otros sistemas económicos y sociales, donde la responsabilidad de las acciones, personales y colectivas, pasan de un segundo plano a la base de las relaciones con otros. Una lógica que algunos expertos asocian a la bioeconomía.

Concepto planteado en los 70 que destaca el origen biológico de los procesos económicos, donde todo se utiliza y nada se desperdicia. Usa el conocimiento que existe sobre los procesos naturales y los aplica a la producción, desde la utilización de los recursos renovables hasta la gestión de los desechos. Como señaló el Consejo Alemán para la Bioeconomía en 2017, un sistema económico adecuado para el futuro.

La bioconstrucción, que considera desde el comienzo estructuras que disminuyen el uso de energía; la implementación de energías limpias, como la solar y la eólica, que ayudan a descarbonizar la matriz energética; el uso sostenible de la biodiversidad, donde los desechos se reintegran a proceso productivos, son algunas de las propuestas.

La economía circular se enmarca bajo estos principios, donde aprovechar al máximo los recursos prevalece. Es una respuesta al sistema lineal de producir, usar y desechar, reemplazando por reducir, reusar y reciclar. Un ejemplo es reintegrar materias primas usadas al proceso productivo, como las botellas de plástico, o utilizarlas para generar otros productos, e incluso energía, como los desechos agrícolas transformados en biomasa.

Una propuesta que es alcanzable gracias a la nueva Ley de Responsabilidad Extendida del Productor, donde quien produce debe hacerse cargo de los residuos que genera, lo que comercializa. Sin embargo, poco o nada de efecto tendrán las nuevas normas si a estas no se les acompaña de planes que logren instalarlas como un cambio cultural a nivel planetario.

¿Alianzas a la altura del desafío?

Desde hace décadas que en el mundo se han gestado alianzas entre los diferentes países para proteger y sanar al planeta. No obstante, las medidas tomadas parecen estar por debajo del desafío planteado, observando, con el pasar del tiempo, que deben ser más ambiciosas para lograr heredar a las próximas generaciones un mundo habitable.

Uno de los objetivos es ser climáticamente neutros, es decir, tener un resultado cero de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Gran desafío para una sociedad cuya matriz energética aún hoy, con todos los avances tecnológicos, depende mucho de combustibles fósiles, como el petróleo, gas natural, carbón, etc. Reto que aborda la reunión anual de líderes mundiales, COP, organizada por Chile y realizada en Madrid en 2019.

Sin embargo, a pesar de que en nuestro país se está tramitando en el Parlamento la Ley de Cambio Climático, la última COP no logró alcanzar los compromisos necesarios que lleven al mundo, a finales de siglo, a evitar que la temperatura aumente 1,5 grados, considerado límite para la habitabilidad en la Tierra. Triste noticia para el planeta, pero que ha logrado despertar la urgencia en la ciudadanía.

Para el doctor en oceanografía, Humberto González, la atención de la gente al cambio climático es algo que no había visto nunca durante su carrera. El tema se ha empoderado en la población, por lo que cree que hay opciones de incidir en quienes toman decisiones. “La gente quiere mayor información y eso es sumamente importante. Creo que el hecho de que la Ley de Cambio Climático se haya aprobado por unanimidad es un buen síntoma”, expresó en una charla para la Academia Chilena de Ciencias sobre la comisión científica de la última COP.

“Hay un tema que identificamos y que queremos profundizar este año: las soluciones basadas en la naturaleza. La gracia de este concepto es que puede abordar las causas del cambio climático a través de la mitigación, como los impactos del cambio climático, a través de la adaptación”, señaló Maisa Rojas, coordinadora de la Comisión Científica de la COP25 en la misma instancia.

Protección de los ecosistemas naturales no solo para preservarlos, sino porque históricamente nos han protegido. Los bosques, a través de la fotosíntesis; la fauna que cumple la labor de captura y exportación de carbono hasta los sedimentos profundos del océano, que como los glaciares se transforman en sumideros que, de ser perturbados, nuevamente liberarán los GEI que por siglos retuvieron.

Trabajar con la naturaleza

En la década de los 70, los australianos Bill Mollison y David Holmgren acuñaron el término “permacultura” para definir un sistema de diseño para la creación de ambientes humanos sustentables. Inspirada en la filosofía de la Agricultura Natural de Masanobu Fukuoka, biólogo, agricultor y filósofo japonés, persigue reproducir las condiciones naturales tan fielmente como sea posible.

Se basa en la filosofía Wu Wei, que invita a no intervenir o forzar las cosas. Los principios de este método son: no arar, no usar abonos o fertilizantes, no eliminar malas hierbas ni usar pesticidas, no podar y sembrar mediante bolas de arcilla. Una respuesta positiva a la crisis ambiental global que estamos viviendo.

“La filosofía de trabajar con y no en contra de la naturaleza; de observación prolongada y reflexiva en lugar de labores prolongadas e inconscientes; de entender a las plantas y a los animales en todas sus funciones, en lugar de tratar las áreas como sistemas monoproductivos”, señaló Mollison.

Verde, que te quiero verde

Acompañar a los jóvenes hacia un futuro sostenible, señala el Rector Mayor en su propuesta programática luego del Capítulo General 28, P. Ángel Fernández, implica una conversión cultural, no una moda. Por eso, dice que hoy los salesianos se comprometen a dar testimonio creíble, personal y comunitariamente de conversión en el cuidado de la Creación y en la Espiritualidad Ecológica.

La Red de Escuelas Salesianas de Chile responde al llamado del cuidado de la casa común. Para eso desarrolla diversas iniciativas que apuntan a fortalecer una cultura del reciclaje y el buen uso de los recursos renovables, fomentando así en los niños y jóvenes un compromiso con el cuidado del medioambiente.

Un colegio que se ha vuelto un referente en la implementación de una educación medioambiental es la Escuela Agrícola Salesiana Fundación Huidobro, de Catemu, que en 2016 recibió la Certificación Ambiental en nivel de excelencia por parte del Ministerio de Medio Ambiente, la que estará vigente hasta el año 2021, convirtiéndose así en la única escuela salesiana del país en tener esta importante certificación.

“Siempre hemos tratado de vincular nuestra especialidad agrícola ganadera con la sensibilidad que hay que tener con el medioambiente, cuidado animal y vida saludable. Aunque los jóvenes se encuentren en sus casas, el área técnica ha seguido trabajando estos tres ejes”, expresó la rectora del establecimiento, Nataly Araya.

En 2019 crearon un punto limpio y dentro de su proyecto curricular cuentan con la asignatura “recursos naturales”, impartida desde 7° básico a 2° medio, en la que enseñan a los jóvenes a fortalecer una conciencia medioambiental. Además, conversan sobre el tema en las clases de orientación, se implementaron diversos talleres de huertos y veterinaria enfocados a concientizar sobre la reutilización de desechos orgánicos y trato con los animales, entregando herramientas prácticas que pueden ser fácilmente replicadas en el hogar.

Ejemplo que han seguido otros colegios, como el Centro Educativo Salesianos Alameda, de Santiago, que ganó un concurso desarrollado por Midas Chile, organización que fomenta la conciencia medioambiental, e instaló un nuevo punto de reciclaje en el colegio. “Este es un proyecto centrado en los jóvenes, ya que son ellos los llamados a liderar y construir una sociedad que cuide la casa de todos”, planteó Daniel Saldías, representante de la organización.

El departamento de ciencias de la Escuela Agrícola Salesiana Don Bosco, de Linares, realizó actividades de construcción de filtros caseros de agua utilizando botellas plásticas, piedras, arena y carbón. Además, elaboraron composteras caseras, clasificando distintos desechos de verduras y frutas, y experimentos de germinación a través del cultivo de diferentes semillas. Las iniciativas apuntaron al fomento del reciclaje, la reutilización, valoración del recurso hídrico y reconocimiento del aporte del compostaje al mejoramiento del suelo.

El Centro Educativo Salesianos Talca implementa el programa Reciclacest, que promueve el reciclaje como alternativa a la acumulación de desechos sólidos mediante la creación del Punto Limpio dentro del colegio. El primer paso del proyecto fue la realización de un taller de formación para profesores en conservación y uso de las 3R: reducir, reutilizar y reciclar. Luego, se formó a los alumnos brigadistas ecológicos, responsables de promover buenas prácticas ambientales asociadas a la limpieza del entorno del colegio.

“El proceso de reciclaje busca sensibilizar a la población educativa y comunidad en general acerca del problema de la basura, y el peligro que representa para la salud de las personas y conservación del medioambiente. Todo lo aprendido en el segundo semestre de 2019 lo podemos hacer en este momento en nuestras casas”, señaló Carla Farías, profesora responsable de Reciclacest, quien ahora continuará la iniciativa de forma online.

Parte de la alianza salesiana verde

Fundación Don Bosco, obra social de nuestra Congregación que ayuda a jóvenes y adultos en situación de calle, se unió a Don Bosco Green Alliance, movimiento verde salesiano global, porque están convencidos de que el trabajo conjunto como instituciones de Don Bosco en todo el mundo puede hacer una contribución sustancial para mejorar el medioambiente y, al mismo tiempo, construir una nueva generación de ciudadanos y líderes comprometidos con esta causa.

En el presente, la fundación trabaja en los compromisos de fortalecer la educación ecológica, instalar jardines y espacios para niños, reutilizar las bolsas de basura en los tachos, disminuyendo así el uso de plástico; comprar productos que sean reutilizables, retornables o recargables; desarrollar talleres de huerto orgánico en las diferentes casas, organizar y participar en plantaciones de árboles, instalación de señaléticas para el cuidado de la luz, cambio de la totalidad de las luces a fluorescentes compactas (CFL) o diodos emisores de luz (LED).

Una de las últimas iniciativas realizadas fue la instalación de paneles solares (termopaneles) en la Residencia Familiar Silva Henríquez, de La Florida, que acoge a familias en situación de calle, que nació como una forma de bajar los costos de consumo de luz, reducción de la huella de carbono y ser una institución sustentable. Esta planta eléctrica servirá como campo de estudios para un colegio técnico-profesional, con el cual están en conversación para firmar un convenio.

“Hemos asumido algunos compromisos para trabajar al interior de la Fundación en un esfuerzo por ser sustentables y de referencia. Al establecer campus ecológicos, estamos ayudando a construir un futuro seguro y sostenible para nuestro planeta”, expresó el P. Víctor Mora, presidente de la Fundación.

Principios de la permacultura

Observa e interactúa: Tomarse el tiempo para interactuar con la naturaleza. En la medida en que nos conectamos con ella, las cosas funcionan de manera eficiente.

Captura y almacena energía: Cada elemento del sistema debe ser escogido y ubicado de tal manera que cumpla tantas funciones como le sea posible. La selección de especies apropiadas requiere un conocimiento completo de los animales o plantas a cultivar: sus tolerancias, necesidades y productos.

Obtén un rendimiento: Asegura obtener recompensas útiles como parte del trabajo que estás realizando.

Aplica la autorregulación y acepta la retroalimentación: Reducir las actividades no apropiadas para asegurar que los sistemas continúen funcionando bien.

Usa y valora los servicios y recursos renovables: Aprovechar la abundancia de la naturaleza para reducir el comportamiento consumista y dependencia en recursos no renovables.

Deja de producir residuos: Valorar y dar uso a todos los recursos que están a nuestro alcance. Nada se desecha.

Diseño de los patrones a los detalles: Si damos un paso atrás, podemos observar patrones en la naturaleza y en la sociedad.

Integrar más que segregar: Poniendo las cosas adecuadas en los lugares adecuados, las relaciones se desarrollan entre esas cosas y se complementan para darse apoyo.

Usa soluciones lentas y pequeñas: Sistemas pequeños y lentos son más fáciles de mantener, se aprovechan mejor los recursos locales y produce más resultados sostenibles.

Usa y valora la diversidad: Esto reduce la vulnerabilidad frente a una serie de amenazas y toma ventaja de la naturaleza única del ambiente donde reside.

Usa los bordes y valora lo marginal: El lugar de interacción entre cosas es el espacio donde los eventos más interesantes ocurren. Estos suelen ser los elementos más valiosos, diversos y productivos en el sistema.

Usa y responde creativamente el cambio: Se puede tener un impacto positivo sobre el cambio inevitable observándolo cuidadosamente e interviniendo en el momento preciso.

Por Karina Velarde, Nello Gargiulo y Lorena Jiménez

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