Mujeres chilenas benefactoras de la obra salesiana

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“Nuestra Madre de Barcelona” En la segunda mitad del siglo XIX, en Barcelona, España, residía la distinguida dama talquina, doña Dorotea Chopitea de Serra, quien, aun cuando tenía una vida muy acomodada, nunca dejó de lado su preocupación por los más necesitados.“Los pobres serán mi primera preocupación”, decía. Se cuenta que contribuyó junto con su marido a la apertura de unas 30 fundaciones, entre escuelas, hospitales y talleres.

Poco después de la muerte de su marido y palpando la necesidad de los jóvenes de Barcelona, decide preocuparse por su educación y evangelización. Conociendo la obra de Don Bosco, se pone en contacto con los salesianos, quienes acudieron a este llamado sin dudar. “Fuimos a Barcelona llamados por ella, porque quería ayudar a los jóvenes obreros y a los huérfanos abandonados”, escribió Don Felipe Rinaldi a Don Bosco.

Dos años antes de morir, el Santo Fundador decide viajar a Barcelona para hablar personalmente con doña Dorotea. Se cuenta que conversaron sobre algunos institutos técnicos de España y, en eso, ella le arrancó la promesa de enviar a sus salesianos a Talca, siendo la última casa aprobada por Don Bosco en nuestro país.

Doña Dorotea Chopitea se unió a la familia salesiana como cooperadora. Inició tres nuevas obras, entre las cuales destaca el Colegio de Santa Dorotea en Sarriá, encomendado a las Hijas de María Auxiliadora, para el cual dio el dinero que estaba guardando para su vejez. Murió pobre el 3 de abril de 1891. Don Bosco la  denominó: nuestra mamá de Barcelona.

La “mamá” de los salesianos en Talca

En Talca destaca, particularmente, el nombre de una mujer que ayudó a que la venida de los salesianos se hiciera realidad. Hablamos de doña Mariana Silva de Garcés.

Para la época se requería educar a niños pobres y hacer de ellos artesanos para las fábricas e industrias de la ciudad. Doña Mariana, a su vez, vivía preocupada por la vida cristiana y bienestar de las personas que trabajaban a su alrededor, haciéndose cargo de huérfanos y ancianos. Trataba de educarlos en valores y respeto por la Eucaristía, enviando incluso grupos de retiro espiritual.

Cuando se supo que los salesianos llegarían a Talca, miembros del clero reunieron a un grupo de benefactores y compraron un edificio. El padre Simón Kuzmanic, en su obra “Cien años de presencia salesiana en Chile”, cuenta que los vecinos talquinos ayudaron en su momento al P. Julio Víctor de la Cruz, encargado de recibir la misión salesiana, en la compra del antiguo hospital San Juan de Dios y su iglesia contigua, ubicada en pleno centro de la ciudad, lugar donde se ubicó la primera Escuela de Artes y Oficios “El Salvador”.

Se congregó a un grupo de mujeres encargadas de la organización y protocolo para el recibimiento de los salesianos. Estas mujeres nombraron a doña Mariana Silva como presidenta del equipo y le dieron el título de “Mamá de los salesianos”, destacando su preocupación por la juventud y simpatía por el carisma.

Con el tiempo, el espacio no daba abasto para la cantidad de jóvenes que llegaban. Fue cuando doña Mariana se interesó por la compra de un terreno en el Fundo San Gabriel, donde se iniciaba la urbanización, para convertirse en lo que hoy se conoce como Barrio Norte. Luego, gracias a su aporte y entrega abnegada, se hace posible la inauguración de la segunda casa talquina, llamada Patronato Mariana Silva, conocida hoy como Escuela Santa Ana o sede norte del Centro Educativo Salesianos Talca.

Tal como doña Dorotea Chopitea, doña Mariana Silva muere ofreciendo todos sus fondos en la construcción de este nuevo edificio, que más tarde haría mucho bien a tantos jóvenes del sector. El oratorio fue inaugurado a fines de 1913, junto con una capilla provisoria dedicada a Santa Ana durante la celebración de los 25 años de presencia salesiana en Talca, recordando a la “mamita” que había impulsado esta obra.

Estas palabras se dijeron durante la inauguración de este oratorio. “...Es una consecuencia natural de la gratitud y del cariño hacia la persona que no midió dificultades y no escatimó en sacrificios con tal de dar vida a una institución que consideró salvadora para el pueblo y a la que consagró sus últimas energías y todo su corazón”.

Continuadora del espíritu de caridad

Otra colaboradora chilena destacada fue doña Carmen Arriarán Barros, quien continuó el espíritu de su hermano, don Manuel Arriarán Barros. Fue él quien viajó a Turín para entrevistarse con el mismo Don Bosco y pedirle que llegaran los salesianos a Santiago. Dada su edad y salud, no pudo volver a América, delegando en su hermana la responsabilidad de seguir con este trabajo en pro de los jóvenes, sobre todo de los más pobres, en el territorio que hoy conocemos como La Cisterna.

Doña Carmen, siendo una activa cooperadora salesiana, donó a la congregación la cantidad de 200 mil pesos de la época para la construcción de una escuela para jóvenes del sector. La obra fue ubicada y construida en el paradero 22 de la Gran Avenida José Miguel Carrera, en la comuna de La Cisterna, la cual fue denominada con el nombre Liceo Manuel Arriarán Barros.

Muchas otras personas facilitaron los procesos para que, junto a los consagrados salesianos, se hiciera posible trabajar por el bien de los jóvenes, entregándoles una educación llena en virtudes y valores, formando buenos cristianos y honestos ciudadanos.

La invitación hoy es preguntarnos, desde lo que tengo y lo que soy, ¿qué puedo aportar a la formación de los jóvenes? En su momento, quienes pudieron, ofrecieron dinero, otros sus talentos, su tiempo. Te invito a que reflexiones, en estos tiempos de crisis, ¿qué tienes tú para ofrecer y mantener viva esta misión que nos encomendó nuestro padre fundador Don Bosco?

Por Gustavo Cano, periodista

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