La Era del Posthumano, ¿A qué costo?

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La integración de la tecnología en la vida de las personas sigue avanzando y provocando escenarios insospechados. Imagina que para abrir un auto, ingresar al Metro o pagar una cuenta en un supermercado ya no necesitas dispositivos externos a tu cuerpo como tarjetas o llaves, sino solo acercar tu mano a la que, mediante una cirugía, le fue incorporado un chip bajo la piel que permite la realización de estas acciones. Este sistema es uno de los tantos que se enmarcan bajo el concepto del transhumanismo.

“Es básicamente la filosofía de que podemos y debemos mejorar la calidad de vida usando la tecnología”, comenta Lepht, una joven que se autoimplantó 50 chips y varios imanes para “mejorar” su cuerpo. Así como ella, otros autodenominados transhumanistas sostienen que los seres humanos pueden llegar a ser capaces de transformarse en personas con extensas capacidades. Manera, según especulan, de hacer al cuerpo superior.

Un concepto que habla de un movimiento cultural e intelectual que modifica la condición humana mediante el desarrollo y fabricación de tecnologías para mejorar los aspectos físicos, psicológicos e intelectuales. Concepto que parece nuevo, pero que ha estado presente desde hace mucho.

Fundamentos

Todas las disciplinas de la medicina que han contribuido a aumentar la esperanza de vida forman parte del gran paraguas del transhumanismo. Así lo manifiesta el informe publicado en 2003 titulado “La convergencia de las tecnologías destinadas a aumentar el rendimiento humano: nanotecnologías, biotecnologías, tecnologías de la información y ciencias cognitivas”.

No obstante, fue el profesor de futurología Fereidoun M. Esfandiary quien forjó el significado contemporáneo del término al pensar “los nuevos conceptos del humano”. Para él, todas las personas que adoptaban tecnologías, estilos de vida y visiones transicionales a “posthumanas”, las identificó como “transhumanas”.

Una hipótesis que agarró fuerza gracias a los trabajos del filósofo norteamericano Max More, quien empezó a articular los principios del transhumanismo como filosofía futurista en los 90, al mismo tiempo que organizaba lo que sería el “movimiento internacional transhumanista”. Desde entonces, la idea del transhumanismo se ha ido cristalizando de diferentes formas en la cultura y en el entorno social.

Vacunas, prótesis, fármacos, etc. serían parte de los beneficios más cotidianos de esta tendencia. No obstante, las investigaciones para ayudar o mejorar al ser humano tienden a entrar en tensión con el campo de la bioética, por lo que hoy son cada vez más cuestionadas.

Uno de las más impactantes es el estudio publicado en 2015 en la revista Protein & Cell y confirmada por Nature. En este se constató que un grupo de científicos de la Universidad Sun Yat-sen, en Guangzhou, hicieron un experimento con 83 embriones humanos para “reparar” y hasta “perfeccionar” sus células.

¿Instrumentalización de la vida humana?

Sin duda, el transhumanismo en su versión más radical genera ciertos debates en el área de la bioética, ámbito en el que la Iglesia no se ha mantenido al margen. Prueba de ello es el congreso “Transhumanismo: desafíos antropológicos, éticos, jurídicos y teológicos”, organizado por la Cátedra Francisco José Ayala de Ciencia, Tecnología y Religión de la Pontificia Universidad Comillas ICAI.

“Al profundizar en el estudio interdisciplinar propuesto para comprender mejor y afrontar los cambios y desafíos actuales, debemos considerar que la vida humana y su dignidad sean respetadas, evitando cualquier intento de instrumentalización”, es el mensaje que el Papa Francisco transmitió en esa oportunidad a los participantes de este evento.

Robert Gahl, profesor de Ética Fundamental en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma, explica: “La palabra (transhumanismo) quiere decir algo diferente o más allá de lo humano. Y este es un concepto anticristiano. No puede existir el otro-humano en la historia. El hombre no puede convertirse en otro. Porque el punto de referencia estable en el tiempo es Jesús, hombre perfecto, ayer, hoy y mañana”.

Sin embargo, destaca la importancia de la ciencia con propósitos correctos, recordando que “la Iglesia impulsa el progreso científico, por los descubrimientos dirigidos a beneficiar al hombre, mejorarlo y potenciarlo. Pero es contraria a la manipulación del hombre, a los experimentos con el hombre, porque van contra la libertad y la dignidad”.

Podemos hacer distinciones entre el progreso que ayuda al hombre en relación al que lo instrumentaliza. Tal vez todo está bajo el mismo concepto, transhumanismo, pero es importante que ninguna pierda de vista las reglas morales de respeto y dignidad de la persona, recordando que el propósito de vivir debe considerar no solo lo físico-material, sino también el crecimiento espiritual.

[Más común de lo que crees]

Aunque nos parezca una idea nueva, de seguro conocemos algún invento o tecnología que podrían enmarcarse bajo los principios fundamentales del transhumanismo. Aquí te dejo algunas menciones:

•Corrección de los sentidos: las capacidades humanas a veces se ven afectadas por causas ambientales o genéticas. Es por ello que hace déca- das que existen lentes de contacto, audífonos o implantes cocleares.

•Corazón artificial: las enfermedades cardiovasculares tienen una alta prevalencia en Chile y el mundo. Muchas veces, cuando un paciente empeora, existe la necesidad de un trasplante, momento de espera en el cual se usa el corazón artificial.

•Prótesis: existen para múltiples partes del cuerpo y todas ayudan a re- cuperar movilidad o alguna capacidad que se había perdido, por ejemplo, correr o tomar algo con las manos. En los últimos años, gracias a la tec- nología de impresión 3D, estas se han vuelto cada vez más accesibles.

•Marcapasos: es un pequeño dispositivo que se compone de dos par- tes, un generador y alambres (cables o electrodos). Este se coloca debajo de la piel, en el sector del pecho, para ayudar a controlar los latidos del corazón. Cuando percibe los latidos irregulares y/o lentos, envía señal de inmediato al órgano, que lo hace latir al ritmo correcto nuevamente.

Por Joaquín Castro, periodista

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