La mesa alcanza para todos: Solidaridad también es inclusión

En agosto, Mes de la Solidaridad, la invitación es a potenciar y ampliar las habilidades inclusivas individuales y grupales.

“El reconocerme mapuche ha sido un proceso sanador; me reconcilié conmigo misma y me siento más contenta, más segura. No lo sabía, pero había una parte de mí no resuelta”, señala Ximena Cayupi. Hace un par de años, en su capilla, la Cristo Redentor de San Joaquín, empezó a constituirse la Pastoral Mapuche. El padre Luis Manuel Rodríguez, asesor de la pastoral en Santiago, se contactó con ella para invitarla a participar. “Yo sabía que tenía origen mapuche y acepté pero sin darle mucha importancia. Con el paso del tiempo, al reconocerme, me produjo impacto y le empecé a tomar el peso”.

Al principio hacían una misa semanal a las 16.00 horas, pero como iba poca gente, plantearon al consejo parroquial realizarla a la hora de toda la comunidad y ahora se celebra un domingo al mes a las 11.30 horas. Parte con un purrún, una danza mapuche; es bilingüe, con oraciones y lecturas en mapudungun y castellano; y es musicalizada con ritmos e instrumentos tradicionales. Al término, la comunidad es invitada a compartir un mate y sopaipillas.

Aunque los mapuches identificables en la ceremonia son de otros sectores de la ciudad, ella lo entiende como un proceso también de su comunidad. “Para mí es importante compartir esta alegría y no quedármela, para que otros puedan pasar por este proceso de reencuentro y vivir su cultura”, indicó.

El 18 de agosto es el día nacional de la Solidaridad. El Estado chileno lo eligió en homenaje al padre Alberto Hurtado, hoy santo, quien murió ese día de 1952. Desde hace un par de años, la Iglesia Católica en conjunto con otras instituciones, como el Hogar de Cristo y la Fundación Alberto Hurtado, impulsa el Mes de la Solidaridad, siempre con un tema para iluminar las acciones. El vicario de la Pastoral Social, P. Andrés Moro, explica: “No pretendemos que sea un mes de una cantidad de actividades, sino sobre todo de reflexión para darle un sentido a las actividades y hacerlo vida”.

El tema elegido esta vez es la inclusión, para la Iglesia bajo el paraguas del lema “Chile una mesa para todos”. “La imagen que acompaña este mes es la de Jesús indicando que al banquete hay que invitar no sólo a los amigos o familiares. Reitera a sus discípulos que vayan a todos los lugares, a todos los cruces de caminos, a las periferias geográficas, sociales y existenciales, podríamos decir en el lenguaje del Papa Francisco, para que nadie se quede excluido de esta mesa”, precisa el vicario.

“Tenemos que trabajar: el respeto, la acogida, la ternura, todo puede ser convertido en una maravillosa habilidad inclusiva y el mejor ejemplo lo tenemos en Jesús que era capaz de acoger e incluir a todos, hasta a los que en su tiempo eran considerados como gente sin valor: mujeres, niños, pecadores y enfermos”, agregó.

“Me siento contento”

En la misa dominical del mediodía en la parroquia Santa Marta de Ñuñoa entre sus acólitos se distinguen dos jóvenes con síndrome de down. Sergio Galán es uno de ellos. Tiene 37 años y estudia en el colegio Coocende, donde, entre otros temas, aprende repostería y asiste a un taller de envejecimiento activo, aunque lo que más le gusta es el canto y el baile, especialmente las coreografías que prepara con sus compañeros.

Fuera del colegio, una de sus actividades favoritas es el servicio de acolitado en la Iglesia, labor que cumple con un celo ejemplar. “Me gusta, me siento bien, contento”, comenta Sergio, y sonríe.

Sergio ya había participado en una parroquia, en la Natividad del Señor, cuando se preparó hace más de 15 años para hacer la Primera Comunión, y en ese tiempo sus papás incluso llegaron a ser coordinadores de la Pastoral Especial. Sin embargo, ahora no se encuentra únicamente con sus pares sino con toda la comunidad parroquial.

“No se pierde una misa por nada y cuando nosotros no podemos ir, lo tenemos que ir a dejar y buscar”, comenta su mamá, María Luisa. “Él es acólito porque le gusta, libremente, le gusta cumplir bien su labor y compartir con la gente, que lo saluden. Su crecimiento en autonomía va de la mano del crecimiento en inclusión, están muy relacionados”, añade su papá, también llamado Sergio.

¿Por qué inclusión? El padre Andrés Moro responde: “La diferencia más profunda entre integración e inclusión es que en la integración de alguna forma las personas aceptan entrar en mis propios condicionamientos, en cambio la inclusión implica elaborar juntos una nueva forma de relacionarnos”.

Haitianos

En la parroquia San Juan Pablo II hay otro ejemplo de inclusión. Abner Cabeus es haitiano y llegó a vivir a la comuna de Quilicura, donde reside la mayoría de sus compatriotas en Chile, hace 5 años. Él es uno de los que integran la colectivad haitiana en la parroquia del sector.

De su acercamiento señala: “Uno siempre busca su casa y por eso cuando llegué, con mi amigo fuimos a la iglesia. Yo me siento súper bien ahí, como si estuviera en mi país. La Iglesia católica es como una sociedad universal y en cualquier parte, aunque seamos extranjeros, somos un solo pueblo que adora al Señor”.

El padre Edgar Meneses, párroco, relata que una vez al mes celebran una misa de acogida intercultural y cuando es el turno de los haitianos ellos hacen las lecturas, oraciones y peticiones en creole, la lengua criolla, animando la ceremonia con cantos y música que ellos mismo interpretan, con instrumentos típicos y hasta una batería. “Cantan precioso, tienen una música que a todos nos deja con un gozo, una alegría muy grande porque nos contagian su fe, su forma de vivir su fe”.

“Nosotros somos alegres, no tenemos pena porque somos el pueblo de Dios y adoramos a un Dios vivo, y la palabra de Dios dice que el cuerpo es el templo del Espíritu Santo, por eso cuando vamos a la iglesia estamos felices”, remarca Abner.

Para el sacerdote, el encuentro fue un proceso que tuvo como punto de partida la acogida. “Lo primero es una conversar con ellos, acercarse, involucrarlos en la parroquia, dándoles un espacio para que puedan manifestar su forma, su tradición de vivir la Iglesia, con presencia en el consejo parroquial para manifestar sus necesidades e intereses, cómo se sienten”, dijo. Pero hay más: “He aprendido un poquito de creole, pero yo creo que más allá de eso, ellos han sentido que el idioma ha sido el cariño, el estar en sus reuniones, salir a misionar juntos, y eso nos ha unido mucho”.

“Lo común es sentar en torno a nuestra mesa solamente a los de confianza, ¿y quiénes son ésos?, los que son como uno. Jesús nos desafía a más, y como Iglesia, en este año de Misión Territorial, el mes de la Solidaridad es un aliento para encontrarnos con todos desarrollando nuestras habilidades inclusivas y hacer de Chile una mesa para todos”, concluyó el vicario de la Pastoral Social.

¿Qué es inclusión?

La Inclusión es un enfoque que responde positivamente a la diversidad de las personas y a las diferencias individuales, entendiendo que la diversidad no es un problema, sino una oportunidad para el enriquecimiento de la sociedad, a través de la activa participación en la vida familiar, en la educación, en el trabajo y en general en todos los procesos sociales, culturales y en las comunidades (Unesco, 2005).

Fuente: Comunicaciones Santiago

CECH_Solidaridad
Noticias relacionadas:

{module 98}

{module 67}