MJS: una vocación que se hereda

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“Hemos visto una luz de esperanza en este espacio, donde podemos ser protagonistas de algo que apreciamos y que queremos proteger.

Son miles de salesianos y salesianas consagrados y laicos en el mundo que han dedicado parte de su vida a expandir el anhelo de Don Bosco de llegar a niños, niñas y jóvenes de forma cercana y carismática, para acompañarlos, acogerlos, entregarles cariño y acercarlos a Dios.

El P. Juan Miguel Cárcamo, delegado inspectorial de Pastoral Juvenil, dice que “el sueño de Don Bosco se va siempre renovando y actualizando, y trasciende generaciones. El MJS va avanzando con la historia, por eso es el concepto de ‘movimiento’, no podemos quedarnos estancados”.

En ocasiones, familias enteras han participado del MJS, con madres y padres que vivieron la experiencia en su juventud y que, tras años, ven a sus hijos ocupar los mismos espacios y aportar en la misión. Es el caso de Julia Ayala (63) y su hijo Enrique Caro (26), quienes han contribuido en las Comunidades Apostólicas Salesianas en diferentes momentos (CAS).

Corría el año 1977 cuando Julia, estudiante del Instituto Politécnico San Miguel Arcángel, decidió asistir con sus compañeras y las religiosas de su liceo a las colonias salesianas. Participó en cuatro de ellas durante tres años, donde compartió con jóvenes de todo Chile.

“Mi experiencia fue súper bonita, porque compartí con jóvenes de mi edad con quienes teníamos la misma inquietud de ayudar y, además, lo pasábamos bien, era todo muy sano. También recibimos formación e, incluso, participamos con el Cardenal Raúl Silva Henríquez; nos hacía Salesianidad y era muy divertido”, relata.

La actual profesora de Educación Básica hace hincapié en que “en esos años no existía el crédito, las familias no podían endeudarse como ahora para tener vacaciones, por lo que los niños pasaban todo el verano encerrados y aburridos. Es por esto que también se crean las colonias, para darles esa vivencia que ellos no podían tener”.

Enrique es exestudiante del Liceo Salesiano Camilo Ortúzar Montt. En sexto básico ingresó al Club Domingo Savio y luego se integró a las CAS. Actualmente es asesor tras 14 años de participación. Cuenta que, sumado al ejemplo de su mamá, fue inspirado por su hermano mayor para ingresar.

“Mi experiencia en CAS ha sido maravillosa, porque uno cree que va a ayudar a los niños con juegos, dinámicas y temas, pero sucede que ellos te entregan muchas cosas, mucho cariño, y son esas actitudes que te hacen decir ‘quiero permanecer acá, hay que hacer que esto crezca, que más niños puedan vivirlo’”, explica Enrique.

Ambos concuerdan en la importancia de continuar con la transmisión de este servicio, ya que, finalmente, influye en todas las áreas de la vida, incluyendo relaciones personales, laborales, familiares, etc.

“Hemos visto una luz de esperanza en este espacio, donde podemos ser protagonistas de algo que apreciamos y que queremos proteger. Es como una semilla que vuelve a brotar, crece el árbol, cae el fruto y así, un bosque que se va regenerando constantemente”, reflexiona Enrique.

Para el P. Juan Miguel Cárcamo, estos testimonios de familias en el MJS permiten que padres, mamás e hijos se conozcan más, empaticen y hablen un mismo lenguaje. “Cuando esta vocación te llega al corazón, no te lo quieres guardar, y qué mejor que compartirlo con tus propios hijos”.

Por Antonella Ferma, periodista
 

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