Llamados a ser constructores de esperanza

Close up top view of young business people putting their hands together. Stack of hands. Unity and teamwork concept. 

“Probablemente «la imagen del año» en todo el mundo haya sido la de un hombre de avanzada edad, vestido de blanco, totalmente solo en la gran explanada de la Plaza de San Pedro en Roma, en una tarde lluviosa que se hacía noche aquel 27 de marzo del 2020. Ese hombre era el Papa Francisco, quien nunca estuvo tan solo en una oración, pero, al mismo tiempo, nunca tan acompañado por toda la humanidad”, describe el Aguinaldo para este 2021.

Este relato expresa para cada persona, institución, familias y/o agentes educativos en nuestro país lo que hemos vivido, sufrido, lo nunca imaginado ni sospechado. Pero también le recuerda a este “mundo de razas, culturas, naciones y religiones diversas, que Dios tiene la capacidad de saber conducir hacia el bien incluso las realidades más desastrosas y que más dolor causan, y de mirar con compasión nuestra pobre fe”.

Chile aparece ya un país cansado y atemorizado al comenzar el año 2021. La pandemia de salud reveló otras, no menos mortales, como es la proliferación del narcotráfico, el enriquecimiento permanente de pocos, la violencia desatada en los barrios populares, donde “son muchos los jóvenes que, por constricción o falta de alternativas, viven perpetrando delitos y violencias: niños soldados, bandas armadas y criminales, tráfico de droga, terrorismo”, como da cuenta el Aguinaldo y como también observamos.

No obstante, de las cenizas de la muerte nace la esperanza. Nuestra mirada como creyentes en Jesucristo busca ser amplia y profunda. Como sus discípulos y misioneros, buscamos y luchamos porque otro Chile sea posible. Como el Rector Mayor, nos preguntamos sobre la ‘nueva normalidad’ que todos esperamos, ¿cambiarán algunas realidades para bien?; y como Familia Salesiana que peregrina en Chile, ¿podremos transitar siendo profetas de la esperanza?

El ser humano es proyección

No queremos, ni podemos, ser profetas de la desesperanza aprendida. Durante el año 2020 emergieron luces de bien, que el país ha apreciado en toda su magnitud. Todos ya hemos resaltado el heroísmo de la primera línea de salud, los agentes de servicio básicos que no han parado en la atención del país, la solidaridad con el mundo de los pobres y de los nuevos pobres que la situación ha generado, donde el mundo juvenil ha estado en primera línea.

Sabemos de muchas realidades de bien, que han salido a relucir en cada rincón del país donde estamos sirviendo, en medio de un país necesitado y en proceso de empobrecimiento. La lectura que hagamos de este momento que nos toca vivir no puede ser como cualquier otra.

El ser humano es proyección y tiende siempre hacia un algo más. Ya lo que hemos proyectado como comunidad nacional en el PEPSI de los próximos años, que expresa esa vocación y donde la esperanza por nuevos tiempos está en juego, está latiendo y nos está esperando. Durante este 2021, queremos ser salesianos constructores de esperanza. Está en nuestro ADN ser agentes de la alegría para los jóvenes, para todos.

Como señala el Aguinaldo, “hay quienes viven en el lamento y la negatividad, con el corazón endurecido. También, por fortuna y gracia de Dios, somos muchos los que intentamos vivir movidos por un dinamismo que nos lleva a buscar la vida, a hacer lo que sea mejor, a centrarnos en vivir desde el amor y el servicio (que sanan por sí mismos), a trabajar bajo el dinamismo de la esperanza. Y cuando se vive movido por la esperanza, se va haciendo experiencia de que el amor, el servicio, el corazón lleno de humanidad tiene pleno sentido en un mundo que tiene también tanto de deshumanización”.

Ser gente de primavera más que de otoño

Desde nuestra Pastoral Juvenil tenemos desafíos de hondo calado. Tanto como CEP como Familia Salesiana, estamos llamados a discernir nuestro presente. Leer la acción de Dios, que mantiene la promesa dada en la Alianza de acompañar a su pueblo (y a cada uno) con su presencia potente frente al mal, con la ternura de Don Bosco hacia aquellos que confían en nosotros.

Una esperanza así cambia totalmente el presente. Vivir con Dios no es lo mismo que vivir sin Dios. Un Dios que abre, incluso en los desiertos de la vida, un camino; desafiando desilusiones y escepticismos, miedos y desencantos.

Como señala Fratelli Tutti, la esperanza “está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive/.../ La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna”.

Nuestra esperanza está en y con los jóvenes. Ya el Papa Francisco, con su lenguaje directo, los invita a «ser gente de primavera más que de otoño». Ciertamente, son los jóvenes los más propensos a ver los «brotes» de un mundo nuevo, más que las «hojas amarillas» en las ramas. No se refugian en nostalgias y lamentaciones, porque saben o intuyen que Dios los quiere herederos de una promesa e incansables cultivadores de sueños.

Ahí están los miles de jóvenes del MJS, de nuestras escuelas y centros juveniles, los exalumnos y gente joven que se anima en el voluntariado salesiano. Son muchos y muchas, y ahí están para dinamizar la vida de nuestro pueblo pobre y sufriente.

Esperar contra toda esperanza

En la línea de ser constructores de esperanza desde nuestras CEP, esperamos seguir animando desde las páginas del Boletín Salesiano temas agudos y vitales, para que este desafío pastoral vaya configurándose con mayor sentido en lo educativo-pastoral. Temas que ayuden a tener en nuestra inteligencia pastoral la mirada ancha y profunda, para seguir formando y formándonos como buenos cristianos y honestos ciudadanos según el sentir de Don Bosco.

Saber rescatar la hermosa herencia de nuestros testigos de la fe y vida salesiana en Chile, que como agentes de la esperanza han sabido sortear montes y llanos para que nuestro carisma sea significativo para muchos en el pueblo de Dios. Tener en nuestras manos y corazón la herencia magisterial que se nos ha dado en los principales documentos de la Iglesia: la llamada a la fraternidad entre todos y los desafíos que la Pastoral Juvenil trae consigo.

Necesitamos explicitar nuevos caminos de una pastoral juvenil popular, como nos exhorta Christus Vivit. Por otro lado, ser ejemplo del pacto educativo que hace la Iglesia como preanuncio de una educación de calidad, que dé señales de esperanza para nuestras escuelas y centros de educación salesiana. Para finalmente sumar los tres grandes núcleos que el CG28 dejó pendientes, aún por desarrollar junto a sus consecuencias para la misión salesiana.

Que Don Bosco, quien vivió experiencias semejantes, nos siga acompañando en saber “esperar contra toda esperanza”.

Por Equipo Pastoral Juvenil

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