Vacuna contra el Covid-19: “Nadie está a salvo, a menos que todos estén a salvo”

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Cada noticia sobre una vacuna contra el virus que provoca la enfermedad Covid-19 genera mucha expectación. La sola posibilidad de que llegue la solución a la pandemia mundial y, con ello, erradique el temor a la interacción social llena de ilusión a muchos. Esperanzas concentradas en un pinchazo en el brazo, imagen que gran parte de la gente asocia a la vacunación, pero que no es sino el último paso de un largo proceso. Frente a las múltiples informaciones, hay algunos aspectos que se deben tener en cuenta para asumir una postura frente a su administración.

Las vacunas son preparaciones que buscan generar una respuesta inmune contra una enfermedad producida por microorganismos, como bacterias y virus. Así le presentan al organismo el agente infeccioso para que produzca anticuerpos para defenderse en el futuro. Están compuestas generalmente por partes atenuadas de los gérmenes que atacan, pero en una cantidad que permite al cuerpo identificarlos sin producir daño.

Según las primeras conferencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del mes de agosto, existían 165 vacunas desarrollándose para enfrentar el SARS-CoV-2, de las cuales 26 habían pasado de las pruebas de laboratorio a los ensayos clínicos en personas, y seis de ellas eran candidatas que ya estaban en fase 3, ¿pero qué significa esto?

Etapas

El desarrollo de una vacuna puede tardar hasta una década, por eso el empeño de los diferentes laboratorios por encontrar la apropiada hoy es, literalmente, una carrera. El primer paso es exploratorio, donde se busca la composición de la preparación. Luego se llega a la etapa “preclínica”, donde se prueba en cultivos celulares y animales para evaluar su seguridad, fase que muchos proyectos no superan. Si pasa esta etapa, continúa con los estudios clínicos en humanos.

En una primera fase clínica es probada en un grupo de no más de 100 personas, para observar su seguridad y efectos biológicos, es decir, que no sea mortal. En una segunda se observa cómo activa el sistema inmune e induce su respuesta, y los voluntarios pueden llegar a los 500. En la fase 3 se observan los efectos secundarios, que tal vez no se observaron en los grupos anteriores, se contrasta la evolución de los vacunados con otros que no lo han sido para evaluar seguridad y efectividad.

Es en esta última fase que se encuentran las seis vacunas señaladas por la OMS: dos de los laboratorios estadounidenses Moderna y Pfizer; una de la británica Astrazeneca, en conjunto con la Universidad de Oxford, y tres de los laboratorios chinos CanSino Biologics, Sinopharm y Sinovac Biotech. Esta última sumó a sus ensayos a Chile en agosto.

Investigación nacional

Chile cuenta con una comunidad de inmunología que desde los inicios de la pandemia ha trabajado en la búsqueda de la vacuna, algunos de cuyos esfuerzos ya han superado la fase preclínica. Pero conscientes de que el objetivo es alcanzar una solución, se activaron las colaboraciones internacionales, desde las cuales surgió la alianza con el laboratorio privado chino Sinovac.

En los estudios preclínicos de esta vacuna “se observó que la carga viral en vías respiratorias y vías digestivas en los animales vacunados cae rápidamente posvacunación y no se ve prácticamente carga viral en sus pulmones”, señaló el académico de la Pontificia Universidad Católica Alexis Kalergis. A estos resultados se sumaron los de la fase 1 y 2, compartidos con la National Institutes of Health, principal agencia de investigación médica de EE.UU., según relató el doctor en microbiología e inmunología en su charla para el Centro Interdisciplinario de Neurociencias de Valparaíso.

Su prueba en la población chilena estará a cargo del Consorcio Científico para la evaluación de vacunas y terapias Covid-19, instancia que está formándose actualmente y que conformarían nueve universidades nacionales. De acuerdo a lo señalado por las autoridades, en una primera etapa clínica se incluiría a personal de salud y en una segunda, al resto de la población. En ambos casos se realizaría un seguimiento de 12 meses, pero se abren a la opción de que se determine antes de ese plazo su eficacia, por ende, su aprobación y uso en el país.

Accesibilidad universal: el real remedio

Y volvemos al comienzo, con gran parte de la población ansiosa por la aprobación de alguna candidata. Sin embargo, hay un aspecto relevante a resolver mientras se realizan las pruebas: la vacuna en sí misma no es el remedio, ya que solo tendrá efecto si es accesible para todos y gran parte de la población mundial participa de esta inmunización.

“La competencia global por dosis de vacunas provocará que los precios suban exponencialmente. Eso llevaría también a una prolongación de la pandemia, ya que solo un pequeño grupo de países podría contar con el suministro necesario. El nacionalismo en materia de vacunas solo ayuda al virus”, señaló el director general de la OMS, Tendros Adhanom Ghebreyesus, en una conferencia de prensa en el mes de agosto.

Debido a esto, esta organización impulsa COVAX, programa para el acceso global equitativo a las vacunas contra el Covid-19, cuyo objetivo es contar con 2.000 millones de dosis, seguras y eficaces, para 2021. Hasta el 24 de agosto, 172 países colaboran con este mecanismo, entre ellos Chile, para respaldar a las economías de bajos ingresos. El lema es: “Con una pandemia que avanza rápidamente, nadie está a salvo, a menos que todos estén a salvo”.

En esa línea, el Papa expresó en su audiencia semanal en agosto: “Qué triste sería si les dieran prioridad para la vacuna contra el Covid-19 a los más ricos. Sería triste si esta vacuna se convirtiera en propiedad de tal o cual nación en vez de ser universal y para todos.(...) La respuesta a la pandemia debe ser doble: por un lado, encontrar una cura para el virus es indispensable, y por otro, también lo es para encontrar la cura para la injusticia social y la desigualdad de oportunidades”.

Por Lorena Jiménez, periodista

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