Si el pajaro canta, no existe la jaula

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Hay muchos que se quejan porque están aburridos en el encierro, pero hay otros que entre cuatro paredes y con la familia bien cerca se inspiran el doble. La culpable es la música, el mejor antídoto para no enloquecer en tiempos de ansiedad y hastío. Dos exalumnos salesianos, que llevan la armonía en su sangre, nos explican cuánto nos puede ayudar a mantenernos en pie y a levantarnos con más ganas.

Un mundo por descubrir

Juan Pablo Tapia trabaja en producción musical en Santiago. Lo suyo siempre fue el bajo, pero a estas alturas sabe de todo. “Hay músicos que me mandan la pista de voz, la de la guitarra y tengo que grabar todo el resto de la banda”. Se ha perfeccionado mucho y cuenta que “tienes que usar este tiempo encerrado para eso. La música es tan inmensa, que nunca dejas de aprender. Puedo estar hasta las tres de la mañana aprendiendo técnicas nuevas, estudiando armonías. Es un mundo por descubrir.”

Se ha dado cuenta de que la gente busca la música. “Yo hago clases de bajo y noto que ahora hay más interesados, tengo más alumnos. Presencialmente, a veces era complicado coordinar los días, ahora no. También hago diseño de marketing digital y veo que la gente está renovando cómo hace las cosas. Para salvar tu negocio necesitas la plataforma digital. Hago ambas cosas, pero la música es mi pasión”.

Ha trabajado con Pegotes, Francisca Valenzuela, Manuel García y es un tipo respetado en el círculo musical. Aún así, sigue aprendiendo. “La música es única. Puede ser el fin del mundo afuera, pero si estás tocando o escuchando algo que te atrapa, lo demás no te afecta tanto. Es fundamental para este momento”.

Ideas que brotan

Víctor Rivera también toca bajo en su banda Veneno, pero, además, se dedica a la luthería, que es la creación de guitarras y también modificación de instrumentos. Asegura que la música y el deporte son las mejores armas contra el estrés. “Echo de menos tocar en vivo, pero el encierro te obliga a ser creativo. A todos. En nuestro caso, tuvimos que aprender plataformas que no manejábamos y todos los viernes tocamos un tema online”.

Como las personas quieren tocar y aprender ese instrumento que le tincaba, pero nunca se animó, cuenta que “siguen trayéndome instrumentos, porque la gente los necesita en su casa, quiere hacer cosas. Nosotros mismos ya estamos armando maquetas de nuevos temas, porque el virus da para escribir y componer muchísimo. Queremos juntarnos luego con los amigos y mostrar estas cosas, hacer una tocata que se llame ‘Después del Virus’ o algo así”.

Tanta es la creatividad y necesidad de reinventarse, que también comenzó a hacer muebles a pedido. “Mi señora quedó sin pega, yo había entrado a hacer clases en la universidad y eso tuvo que congelarse un tiempo, así que son ingresos menos. Pero no puedes quedarte parado, tienes que pensar en algo y hacerlo. Por eso, siempre es importante que tu trabajo sea reconocido, que sepan que eres cumplidor y profesional. Y también tener una buena red de amigos. Nadie se las puede arreglar solo”.

Es momento

La música ha sido espacio para colaboraciones musicales, para que gente que está en distintos países se conecte por un rato y suenen como uno solo. Sin la música, nuestras casas serían solo silencio o un exceso de ruido. Es momento de cantarles a los niños, pasarles un instrumento y que prueben, que se equivoquen y aprendan. Hoy nadie los apura. Porque si el pájaro canta, la jaula no existe. Es como si no estuviera.

Por Paulo Inostroza, periodista

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