Obispos preocupados por la plaga de la pornografía

En un interesante artículo, firmado por el padre John Flynn y difundido por la agencia Zenit, se habla del temor que preocupa a los obispos por los graves efectos de la plaga de la pornografía sobre la sociedad y el matrimonio. Una plaga es una calamidad grande que aflige a un pueblo, o un azote que aflige a la agricultura, como la langosta, por ejemplo. El siguiente es el texto del artículo:

Una plaga

La pornografía es como una plaga que devasta las almas de las personas y destruye los matrimonios. Así lo advertía el obispo estadounidense de Arlington, monseñor Paul Stephen Loverde, en una carta pastoral titulada: “Comprado a precio: pornografía y ataque al templo vivo de Dios”.

En el documento, publicado el 30 de noviembre, el obispo explicaba que la llegada de nuevas tecnologías de comunicación como Internet, la televisión por satélite y los móviles, está permitiendo a la pornografía llegar a más y más gente.

“Hoy, quizás más que en cualquier otra época -decía-, el hombre tiene el don de ver y, por tanto, su visión de Dios, distorsionado por el mal de la pornografía, que oscurece y destruye la capacidad de las personas para ver al otro como expresión única y hermosa de la creación de Dios, haciendo que vea a los demás como objetos que puede usar y manipular”.

Monseñor Loverde también observaba que la experiencia de la pornografía “cambia el modo en que los hombres y las mujeres se tratan los unos a los otros a veces de forma dramática pero con frecuencia de forma sutil”.

Un grave pecado

La cultura de hoy, añadía, suele considerar la pornografía como una debilidad meramente privada, o incluso como un placer legítimo. De hecho, es un grave pecado, como indica el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 2354.

Su inmoralidad viene de la distorsión de la verdad sobre la sexualidad humana. Así, lo que debería ser expresión de la unión íntima de vida y amor de una pareja casada, “se reduce a una fuente degradante de entretenimiento e incluso de beneficio para otros”.

Además, continuaba la carta pastoral, la pornografía viola la castidad porque introduce pensamientos impuros en la mente del que mira e incluso conduce a actos impuros, como la masturbación o el adulterio.

Es también un pecado contra la justicia. Esto es así por la lesión grave a la dignidad de quienes participan, cada uno se convierte en objeto de bajo placer e ilícito beneficio para los demás.

“Todos los implicados en la producción, distribución, venta y uso de la pornografía cooperan y, en cierto grado, hacen posible este rebajamiento de los demás”, advertía monseñor Loverde.

Daño a la familia

La carta también advertía del daño de la pornografía a la familia y al matrimonio. “Puesto que se infiltra en todo lo que implica la ilusión de un mundo de fantasía, el uso por parte de un hombre de la pornografía hace que dirija su atención y afecto lejos de su mujer”.

Además, el punto de vista consumista de la sexualidad promovido por la pornografía daña a las mujeres y hace difícil tanto a hombres como a mujeres que se preparen para la fidelidad matrimonial.

En el matrimonio, el uso de la pornografía “es una violación del compromiso matrimonial”, observaba el prelado. Su uso por uno de los miembros de la pareja en un matrimonio conducirá a sentimientos de rechazo y traición, que, si no se curan, llevan a la destrucción permanente del compromiso marital”.

Monseñor Loverde rechazaba también el argumento comúnmente usado para defender la pornografía de que no hay víctimas. De hecho, decía, la industria pornográfica frecuentemente se basa en el vulnerable y el necesitado, llevándolos a un comportamiento peligroso.

Así, la misma naturaleza de la pornografía consiste en violencia contra la dignidad de la persona humana. “Al tomar un aspecto esencial de la persona –la sexualidad humana– y convertirlo en una mercancía que se comercia y vende, que desconocidos usan y desechan, la industria pornográfica comete el ataque más violento contra la dignidad de estas víctimas”, comentaba la carta pastoral.

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La preocupación del obispo tiene fundamento. El pasado 28 de mayo, el periódico británico Independent publicaba los resultados de un estudio sobre el uso de internet para acceder a la pornografía. Según una encuesta llevada a cabo por Nielsen NetRatings, casi el 40% de la población masculina en Gran Bretaña visitó páginas webs pornográficas el año pasado.

La encuesta también encontró que más de la mitad de todos los niños han encontrado pornografía en internet “mientras buscaban otra cosa”.

En Australia, el periódico de Melbourne “Age” advertía en un artículo el 4 de junio que los “affaire” de internet han sustituido los romances de oficina como principal causa de rupturas matrimoniales.

El artículo citaba a consejeros matrimoniales que decían que están viendo “más relaciones rotas por al ciber amor secreto que nunca, mientras los abogados informan de un aumento de los divorcios relacionados con Internet”.

El potencial de traiciones resultaba evidente en los comentarios hechos a “Age” por la psicóloga clínica de la Universidad de Swinburne, Simone Buzwell, coautora del estudio “Finding Love Online” que incluye entrevistas con más de mil personas. Buzwell encontró que la mitad de quienes tuvieron un romance online ya tenían una relación en aquel momento.

Volviendo a Estados Unidos, un artículo en el “Christian Science Monitor” del 18 de agosto trataba el papel que la pornografía puede jugar al fomentar el comportamiento criminal. Está claro que no todos los adictos a la pornografía se vuelven violentos o cometen crímenes sexuales. Pero, advertía Corydon Hammond, codirector de la Clínica de Terapia Sexual y Marital de la Universidad de Utah: “No creo que pueda ver alguna vez a un delincuente sexual que no esté implicado en pornografía”.

Esta preocupación por la pornografía también fue tratada en una sección especial del periódico “Colorado Catholic Herald”, publicada el 10 de noviembre. Cuando el uso de pornografía alcanza el nivel de adicción “en lugar de dirigirse hacia una relación cariñosa, el sexo se convierte principalmente en una experiencia química”, explicaba uno de los entrevistados, Dan Spadaro, del “Imago Dei Counseling” en Colorado Springs.

Esto significa que para un adicto, la mayoría de las demás relaciones importantes quedan a un lado. Los adictos también tienden a negar el problema y, en su lugar, culpan y critican a los demás. Se ha informado de un gran número de adictos que luchan con la depresión, observaba Spadaro.

También comentaba que el uso de la pornografía por los maridos tiene un efecto muy negativo en sus esposas. La esposa puede verse afectada por sentimientos de insuficiencia, pensando que no es suficientemente interesante para el marido. Además, como el uso de la pornografía suele implicar un ocultamiento por parte del marido, las esposas suelen sentirse traicionadas porque se les ha mentido.

Otro consejero entrevistado, Rob Jackson, añadía que los últimos estudios sugieren que las esposas suelen sufrir signos de estrés post-traumático. “Según mi experiencia, la mayoría sufrirá una mezcla de emociones, que incluyen cólera, tristeza, depresión”, afirmaba.

Un cáncer

El arzobispo de Filadelfia, cardenal Justin Francis Rigali, describía con justeza la pornografía como “un cáncer de la cultura contemporánea”. En la edición del 8 de junio del “Catholic Standard and Times”, el periódico de la arquidiócesis, escribía: “La violencia, los abusos sexuales, los traumas psicológicos y las relaciones rotas son fruto de la pornografía”.

El cardenal advertía de los peligros de las páginas webs pornográficas y pedía que los padres tomaran medidas para asegurar que sus hijos no tengan libre acceso a dicho material.

También animaba a todos a ir más allá de la atracción de la pornografía, hacia la verdadera belleza del amor marital, “un amor que es tanto unitivo como procreativo, un amor que refleja el amor sacrificial de Cristo por su Iglesia”.

Uniendo su voz a los obispos que hablaron sobre este tema, el obispo de Orlando, Florida, monseñor Thomas Gerard Wenski, se dirigió a los padres que están preparando la lista de regalos de Navidad. Sean cuidadosos al comprar dispositivos que darán acceso a la pornografía a sus hijos, advertía.

Escribiendo en el diario “Orlando Sentinel” el 26 de noviembre, explicaba que con los dispositivos móviles como teléfonos, pdas (Personal Digital Assistant-Ayudante personal digital), e iPods, “sus hijos serán capaces de acceder a toda la pornografía disponible en Internet”. Y si los adultos y matrimonios pueden resultar dañados con la pornografía, los niños son todavía más vulnerables. Sensatas consideraciones en medio de los preparativos de las fiestas.