Religiosa HMA recibe premio EdUCiencias 2007, entregado por la Universidad Católica

1012_1.jpgSor Adriana González Villarroel hma, profesora del Liceo María Auxiliadora de Iquique, recibió este año el premio Ignacio Domeyko, que entrega la Pontificia Universidad Católica,  y que creado por la Facultad de Química de la misma casa de estudios el año 2003, se otorga a Profesores de esa asignatura destacados de nuestro país.

También conocido como “EdUCiencias”, el galardón le fue concedido a Sor Adriana “por sus méritos en la divulgación de la Química, principalmente en los Colegios de Talca, Punta Arenas, Puerto Natales, Los Andes, Iquique, entre otras; por la motivación a sus alumnas para participar en Olimpíadas Nacionales de Química, en Ferias Científicas, Congresos Científicos escolares, en cuyas actividades logró desarrollar en sus estudiantes la capacidad de aplicar el método científico”, como señalaba la invitación a la ceremonia de entrega.

Oriunda de la ciudad de Illapel, Sor Adriana realizó sus estudios universitarios de Biología y Química en la Pontificia Universidad Católica de Chile (Santiago). Su trabajo docente lo ha desarrollado principalmente en las ciudades de Talca (8 años), Punta Arenas (16 años),  paralelamente en Puerto Natales (4 años), Los Andes y actualmente en Iquique.

La religiosa desarrolló su amor por la docencia, bajo el ejemplo de su madre Clemencia Villarroel, profesora, gran educadora de los pobres, y fundadora de la Escuela Nº 49 de Cárcamo – Illapel; actualmente “Escuela F Clemencia Villarroel”, quien  además le enseñó que con esfuerzo, se pueden realizar grandes cosas.

En su discurso de agradecimiento, Sor Adriana resumió cómo conjuga su amor por Dios y por la asignatura que imparte: “¡Qué hermoso es educar a través de las Ciencias;  dar a conocer las maravillas que Dios ha creado, la Naturaleza que ha entregado al hombre para su recreación y beneficio. Como también ese ‘educere’ que se puede hacer realidad enseñando esta rama del saber”, señaló.

Agregó que “Todos sabemos que el fin de toda educación es ayudar a la persona a ejercer su libertad, a autoconducirse hasta su propia perfección; y esto lo sabía San Juan Bosco, ya que los años transcurridos en la Tierra configuran la gran posibilidad que se nos otorga para amar con hechos dilatando las fronteras del corazón. Sólo así los educadores estamos promoviendo las virtualidades latentes en los adolescentes abriéndolos al espíritu de Dios: Él es el Bien y la Verdad; el educador tiene el bien y la verdad que los educandos buscan”.

Sor Adriana culminó su agradecimiento a Dios, a su madre y a la Universidad Católica, con lo que es una máxima en su vida: “En fin, he tratado de sembrar. Hay semillas de fácil germinación, otras que requieren de más tiempo, pero, hay que sembrar…siempre sembrar…”