Brazo derecho de Don Bosco

Brazo derecho de Don Bosco

VERSIÓN INTERACTIVA

José Buzzetti tenía 11 años cuando se cruzó con Don Bosco, en diciembre de 1841, cuando apenas llegaba a Turín para continuar su formación sacerdotal en el Convitto Eclesiástico junto a Don Cafasso.

Junto a sus hermanitos, Buzzetti dormía sobre la balaustrada de un altar lateral de la Iglesia de San Francisco de Asís, durante la homilía de la misa que se celebraba.

Carlos, José y Josué habían migrado a Turín desde su pueblito de la Lombardía buscando trabajo como peones de albañil en la gran metrópolis. Pertenecían a una familia campesina humilde de siete hermanos y los tiempos no daban para vivir solo de la tierra.

Con la sonrisa en los labios, el joven Don Bosco los interrogó, y ellos, en forma desenvuelta, respondieron que el predicador hablaba muy difícil y habían intentado permanecer despiertos, pero que el sueño y cansancio fueron más fuertes.

Los llevó a la misma sacristía, donde el 8 de diciembre había iniciado su experiencia oratoriana con un joven llamado Bartolomé Garelli, ganando sus corazones.

Guardaespaldas de Don Bosco

José quedó fascinado por la dulzura y paternidad de ese sacerdote y desde entonces no dejó de frecuentar el Oratorio.

Una tarde, un puñado de muchachos bravucones insultaron a ese sacerdote que reunía en los prados periféricos de la ciudad a niños y adolescentes hambrientos, tanto de pan como de cariño. José, con ira, defendió a su amigo. Don Bosco lo calmó y le dijo: “¡Muy bien! Eres un verdadero caballero. Con buenos ayudantes como tú y tu hermano, venceremos todas las batallas, especialmente porque la Virgen está con nosotros. ¿No es así?”.

Cuando la casita Pinardi estuvo preparada, Don Bosco lo invitó a vivir con él. José se transformó en su guardaespaldas, lo acompañó en las noches oscuras, defendió en más de una emboscada, conoció y fue amigo del inesperado y providencial perro “Gris” y uno de los primeros hijos del Oratorio.

Don Bosco le ofreció iniciar el camino hacia el sacerdocio, pero un accidente le provocó la amputación de la falange del dedo índice. Con esa limitación, en aquellos tiempos, no podía ser sacerdote. José sufrió profundamente, sin embargo, optó por quedarse a su lado como laico, a total disposición.

Se hizo cargo del coro y banda del Oratorio. Llevó adelante las loterías, imprenta, librería y la distribución de las “Lecturas Católicas”. Era sacristán y factótum. Armaba todo lo necesario para los paseos otoñales. Lo siguió defendiendo de ataques.

Aguardaba, alerta detrás de la puerta, en los tiempos de las requisas del gobierno anticlerical. Don Bosco lo consideraba su brazo derecho. En muchas ocasiones se lo oyó decir “aquí hace falta Buzzetti”.

La prueba

Con el tiempo sus hermanos fundaron una empresa constructora que prosperaba. Viendo que José trabajaba en el Oratorio sin remuneración, le ofrecieron sumarse a la sociedad para ganar dinero y hacer su vida. Para él fue un momento de crisis y opción. Era una buena idea, pero suponía abandonar a Don Bosco.

Un día habló con él, que lo escuchó con la ternura acostumbrada, y le dijo: “Acuérdate igualmente, José, que el Oratorio será siempre tu casa y Don Bosco siempre tu amigo. Buzzetti llorando respondió: “¡No quiero dejar a Don Bosco y quiero quedarme siempre con él!”

Salesiano coadjutor

Buzzetti vivía en el Oratorio como laico. Otros compañeros suyos como Rua (cinco años menor que él), habían formado la Congregación Salesiana y asumían responsabilidades importantes. Él continuaba siendo el brazo derecho de Don Bosco y eso le bastaba. No podía separarse de su padre y hombre santo al que había visto multiplicar castañas y hostias.

En los últimos años de su vida Don Bosco le dijo: “Tengo un problema. Mirando al Paraíso al cual me voy acercando, pienso que estaré en un rincón junto a mis salesianos y veo que no estaremos juntos… Pide inscribirte en la Congregación Salesiana, a la que desde hace años perteneces con tu vida y trabajo”.

Presentó su petición y fue aceptado con gran regocijo.

Buzzetti es la demostración práctica del pensamiento de Don Bosco en cuanto a la vocación. Para él, no hay una sola manera de entregar la vida por la salvación de los jóvenes pobres, cada uno la realiza según su propia opción y circunstancias. En esto de “ser levadura del amor de Dios en medio de los jóvenes” hay lugar para todos.

VERSIÓN INTERACTIVA

Por Luis Timossi, CSFPA

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