Editorial 220

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¿Qué es lo primero que pensamos cuando decimos “santo”? ¿Qué imágenes nos vienen a la memoria? ¿A qué asociamos la “santidad”? Sin duda, nos encontraremos con una pluralidad de ideas, experiencias y recuerdos. La Palabra de Dios nos devela esa hermosa trama de encuentros, de búsquedas, de alegrías y desafíos entre la iniciativa de Dios y la respuesta libre del ser humano.

Ser santos es un don, un regalo, que nos llama a responder, a valorar y a aceptar la Vida de Dios en nuestra vida. Esa Santidad de Dios se nos manifiesta en la misericordia. Dios es misericordioso, es Él quien viene a nuestro encuentro y nos hace capaces de ese diálogo amoroso y filial que nos lleva hacia la plenitud. Desde luego, cada uno por su camino, dando lo mejor de sí. Don Zatti, salesiano coadjutor recientemente canonizado por el Papa Francisco, decía a sus compañeros y pacientes: “A Jesús hay que darle lo mejor”.

Esa santidad se realiza en la experiencia de ser Pueblo de Dios, animado por el spíritu Santo, alma de toda la riqueza espiritual que hace presente los valores del Reino de Dios. Los santos son miembros del Pueblo de Dios que acompañan su peregrinar hacia la plenitud. Es muy interesante la realidad de ser “pueblo”: en ese contexto se viven logros, tiempos de alegría y de paz, pero también el dolor de las tristezas, como las enfermedades, la pérdida de seres queridos o la dureza de la pobreza.

La santidad de Don Zatti es expresión clara del camino espiritual propuesto por San Francisco de Sales y que San Juan Bosco asume para su proyecto educativo pastoral al servicio de los jóvenes pobres. Un camino espiritual, con la propuesta de santidad para todos, viviendo con alegría y profunda confianza en el amor providente de Dios. Zatti lo sintetizará en esa hermosa expresión: “¡Cómo no sonreír siempre, si Dios nos ama tanto!”.

Don Zatti es uno del pueblo: todos lo sienten como suyo, de allí que lo llamaran el “pariente de todos los pobres”. Es una presencia que acorta distancias. Un hermano que sale al encuentro de los vecinos. En su accionar, tanto en el Hospital San José como en la comunidad salesiana, y también en la vecindad, va irradiando su alegría y bondad que genera serena simpatía.

Todos se sienten bien en el encuentro con Zatti. A cada uno presta atención. Su bicicleta se convierte en signo de ese salir al encuentro y acortar distancias. En su corazón salesiano y de enfermero, todos son importantes, y se multiplica para llegar a todos y servir a Jesús en cada sufriente o vecino.

En este tiempo dispongamos nuestro corazón para recibir a Jesús que quiere nacer en nuestros corazones y regalarnos su santidad que se hace presencia amorosa y que nos lleva a caminar juntos como Iglesia, sirviendo a los que nos rodean, especialmente a los más necesitados.

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Con afecto, P. Carlo Lira Airola, Inspector

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