Aro, Aro, Aro

cultura_aro_aro_194

Coincidiendo con la primavera, los chilenos celebramos “Fiestas Patrias”, una tradición que, en algunos lugares de nuestro país, se extiende hasta por una semana, una experiencia que por su intensidad e identificación bien puede compararse a lguno de los grandes carnavales de nuestro continente.

Asistir en familia y con amigos a los centros de entretención para celebrar es ya una tradición, sin embargo, es bueno aber que no siempre estos lugares representaron el espíritu dieciochero como lo conocemos hoy. Aún más, en los primeros años de la Independencia fueron fuertemente resistidas por las élites.

Fonda, ramada y chingana no tienen el mismo significado. Entonces, ¿cuáles fueron sus diferencias? Te invito a conocer estos tradicionales recintos.

Las Ramadas fueron prohibidas y legalizadas constantemente durante sus inicios. Prohibidas en 1836 por el Ministro del Interior, Diego Portales, quien justificó su erradicación señalando que se trataban de “un estímulo poderoso a ciertas clases del pueblo para que se entreguen a los vicios más torpes y a los desórdenes más escandalosos y perjudiciales”.

Más allá de las “buenas costumbres”, desde el siglo XVI las ramadas son pequeños establecimientos comerciales de carácter rural y temporal en los que se vende comida y alcohol, instalados en sitios despejados y ampliamente concurridos por el peonaje rural. Hasta el día de hoy su estructura es un cobertizo levantado por cuatro troncos como varillas cubiertos por ramas entrelazadas para generar sombra.

Chinganas. Su nombre proviene del quechua “Chinkana”, término usado en los tiempos del Virreinato del Perú para señalar las tabernas y restaurantes de baja calidad que frecuentaban los indios y los mestizos para cantar y bailar, según el
historiador Cristian Salazar.

Si bien el concepto de chingana está en desuso hace décadas, éstas fueron las primeras en ser legalizadas por las autoridades, cuando en 1824 comenzaron a pagar patentes comerciales anuales y tanto su horario de atención como su localización fue reglamentado.

En época de la migración campo-ciudad, las chinganas fueron centros estables de entretención popular armados en “los cuartos de conventillo que arrendaban los sectores populares”, originalmente dirigidas por mujeres solas levantadas en sectores suburbanos. Además de servir platos populares y abundante alcohol (igual que en las ramadas), esta incorpora el
baile, al punto que dejaban espacio suficiente para los músicos de “arpa, guitarra y percusión”; las cantoras y los efusivos bailarines de zamacueca (la madre peruana de la Cueca), y la misma Cueca, nacida en estos recintos.

Las chinganas atendían todo el año, pero su condición de marginalidad, violencia e “incivilización” hizo que las autoridades insistieran en su erradicación.

Y aquí nace la Fonda, hidalgo sobreviviente de todas las transformaciones, prohibiciones, ensalzamientos y masificaciones, persistiendo en el lenguaje hasta hoy.

Actualmente una fonda puede ser cualquier recinto comercial donde se celebre públicamente el Dieciocho, pero, en sus orígenes, y al igual que las chinganas, se servían platos tradicionales acompañados de abundante alcohol y música a grito limpio.

El público seguía siendo popular y urbano, pero su construcción era de madera o adobe, adosadas a la casa del propietario, pues éstas originalmente eran posadas para transeúntes y viajeros.

Por esos años, en las fiestas nacionales las ramadas se agolpaban en la Alameda de las Delicias (Santiago Centro), mientras las fondas y chinganas comenzaban a poblar las viviendas que daban a este gran paseo. A pesar del ambiente de festividad que irradiaban estos centros de entretención, la élite (conservadora o liberal) insistió en su erradicación en distintas ocasiones, restando feriados y permisos para su ejercicio.

En 1872, el intendente de Santiago, Benjamín Vicuña Mackenna, impulsó la “Fonda Popular” en el denominado Camino de Cintura, una circunvalación que rodeaba a Santiago y distinguía socialmente la “civilización” de la “barbarie”, una única explanada donde se concentraron las chinganas de la ciudad con tal de poder controlar los desmanes y riñas que se generaban en estos recintos.

Con este primer paso, el concepto de fonda terminaría desplazando al de chingana durante el siglo XX, al punto que en 1952 se instala la denominada “Fonda de los Artistas” en el Parque Cousiño (hoy Parque O’higgins), en Santiago.

Por su recuerdo a las tradiciones campestres y su estética mal llamada “pintoresca” y “republicana”, las principales fondas del país suelen diseñarse como grandes ramadas con espíritu de las chinganas.

Así, los vocablos Ramada, Chingana y Fondas hacen referencia a algo más profundo que un mero recinto físico. Además de ser centros de diversión genuinamente populares, estos establecimientos ocasionales expresaban una identidad de raigambre campesina, conformada de manera independiente a las elites económicas y políticas.

Por Felipe “Lana” Valdés, comunicador audiovisual

Deja un comentario