Más virtualidad: ¿Un bote rumbo a la isla?

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Fueron casi dos años de encierro que dejaron muchas lecciones y nuevas preguntas en la vida cotidiana. Algunas siguen dando vueltas: ¿Había cosas que siempre pudimos hacer desde la casa? ¿Es necesario retomarlas como lo hacíamos antes? ¿Y por qué no ejecutar más desde nuestro hogar y ahorrar costos, tiempo y desplazamientos? Se habla de una reinvención y del concepto de “trabajo distribuido”, pero también hay que poner en la balanza lo que se pierde por “no estar ahí”. ¿Estamos frente a otro empujón hacia el aislamiento real?

Un cambio de paradigma es la eliminación paulatina del concepto de “oficina” por la casa como un nuevo lugar de trabajo que dejaría atrás una serie de rutinas a las que hemos estado acostumbrados desde siempre. Ahora se busca una flexibilidad horaria y de espacios. Por eso la pandemia dio pie a un avance en las herramientas para desarrollar este tipo de labores sin movernos demasiado, incluso, desde el celular.

Lo que empezó con simples videollamadas se transformó en la necesidad de plataformas donde compartir videos, documentos y realizar una reunión virtual donde no falte nada. O casi nada. Ingresar remotamente desde un computador a otro significa ahorrar costos, como arriendo de un lugar físico, eliminación del tradicional casino, luz o agua.

Que los trabajadores no conversen entre ellos, eventualmente, representa menos posibilidad de distracción, pero la necesaria interacción, incluso, para saludar a otro cada mañana y compartir experiencias ayuda a generar identidad y desarrollar un verdadero “nosotros”.

Del teletrabajo y trabajo remoto pasamos al término “trabajo distribuido”, que apunta a que las tareas no sean siempre desde la oficina, pero sigan ejecutándose colectivamente. La persona se mueve a su pinta, pero va a todos lados con su grupo de trabajo, no solo, conectados en todo momento. De esta forma, no queda encerrado en su propia isla. Al menos, en el papel.

El hombre en la caja

Los abogados siguen realizando gran parte de sus audiencias de manera online. Se ahorran un montón de discusiones y malos ratos entre las partes. Algunas universidades prefieren que las defensas de tesis y algunas materias se entreguen de manera virtual. Los colegios, en su gran mayoría, volvieron a la presencialidad, recuperando un tiempo que socialmente consideran perdido.

¿Pero qué pasa con la interacción entre las personas? ¿Ya no es fundamental? El aislamiento puede parecer cómodo en algu- nos aspectos, pero sus riesgos están científicamente comprobados. No solo mayores posibilidades de esquizofrenia, depresión y ansiedad, sino que también el aumento de la agresividad y el miedo. Ambos, sólo pueden moldearse y pulirse conociendo las reacciones de otra persona a nuestros actos y las nuestras ante el estímulo de otros.

Más grave aún es no desarrollar estas cualidades en la infancia y adolescencia. Los psicólogos hablan de “aislamiento transitorio”, según columna del periódico The Conversation, para referirse a estos casi dos años de pandemia, entendiendo que es un problema y que, con la paulatina vuelta a la normalidad, debe restablecerse la lógica social.

Recomiendan la “resocialización” entre niños que perdieron ciertas cualidades para juntarse con sus pares y llaman a no olvidar un elemento clave para la estabilidad de cualquier persona: el afecto.

Cifras que no mienten

Antes de la pandemia se registraban 193 millones de casos de trastorno depresivo grave en el mundo, según la revista científica The Lancet. En estos dos años de encierro se dispararon a 246 millones. Dos tercios corresponden a mujeres. La ansiedad pasó de 298 millones de casos a nivel mundial a 375 y el segmento mayormente afectado fue el de los chicos universitarios, entre 20 y 24 años. ¿Les resultó tan positivo trabajar y estudiar desde casa?

De todas formas, una cosa es el desarrollo de niños y adolescentes, donde no quedan dudas de que debe ser en la sala, jugando en el recreo, con el profesor mirando a los ojos, con el trabajo en grupo donde hay que aprender a ponerse de acuerdo, con superar la vergüenza disertando frente al curso. Pero otro punto es lo que viene después, porque, laboralmente, un estudio de Odesk reveló que el 92 por ciento de la generación millennial quiere trabajar a distancia y el 87 por ciento prefiere trabajar a su ritmo y no estar en una oficina.

El 98 por ciento de los colegios en Chile volvió a la presencialidad completa desde marzo. Los profesores cuentan que a los niños hay que enseñarles aspectos de motricidad básica, porque nunca salieron a jugar con otros, que llegaron más agresivos, porque no desarrollaron la tolerancia, que algunos salen al patio y no saben qué hacer sin un celular en las manos. La virtualidad llegó para quedarse, pero no todo puede aprenderse en solitario, ahí atrás de la pantalla.

Por Paulo Inostroza, periodista

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