Jere Klein, todos soñamos ser artistas

EDICIÓN INTERACTIVA

El cantante más escuchado el 2023 en Chile fue Jere Klein, y por paliza. Sí, probablemente los adultos no tengan idea quién es y se pregunten: “¿No era Marcianeke el más popular del grupo?”. Bueno, los jóvenes cambian de referente con una rapidez propia de la época. Los que ayer eran tendencia desaparecen, la gente está ávida de una cara nueva y cada emergente personaje acepta ser estrujado el mayor tiempo posible. Hasta que duren el juego, la fama y el dinero.

Jeremías Tobar tiene 17 años y metió siete temas en el top 50 del país, según datos de Spotify. Brutal. No canta nada bien y reconoce que nunca lo ha hecho. No rima mejor, pero sabe que a nadie le interesa demasiado. A ratos, hay que ponerle subtítulos para entender qué quiere decir, pero, así y todo, es el artista más popular del momento. Apenas tiene un álbum, recién va a llenar su primer Movistar.

Este fenómeno juvenil no es casual. Todos pueden ser Jere Klein, no necesitan más que “la perso”, el arrojo y, tal vez, algo de carisma. Y apelar a todos los clichés del rubro que a la juventud atrae sobremanera: el lujo, el videoclip con dos Lamborghini, el jockey rojo de Lacoste, los collares gigantes de oro. “Ya no me enamoro, mi único amor es la plata”, canta mientras cuenta billetes en la rueda del auto.

Standly se llama Camilo Paredes, viene de San Felipe y tiene 21 años. Fue el boom del 2022 y hoy ya no tanto. Carlos Rain es de Talca, se hace llamar Pailita, tiene 23 años y arrasó el 2022 con ‘Ultra solo’. Todos muy cabritos. El talquino Marcianeke (Matías Muñoz) recién tiene 21 y el Jordan acaba de cumplir 23. De Lo Prado, igual que el Jere.

Todos comparten el mismo atractivo: fueron estrellas muy jóvenes, en la enseñanza media o recién saliendo de ella. Partieron a los 13 o 14 años y no sabían tocar un instrumento, nunca fueron afinados. Lograron llegar a un estudio y de ahí salió lo que ven hoy.

El adolescente quiere aprobación y estimulación inmediata, busca el like con ansiedad, devora una serie completa en dos días para buscar otra mejor, cambia el peinado, las uñas, el maquillaje, su aspecto una y otra vez. Cambia de ídolos. Y al adulto le cuesta entenderlo, es de la época donde se buscaba estabilidad, encontrar una pasión y no cambiarla nunca, como decía Darín. Comprar una casa y quedarse ahí toda la vida.

Jere Klein solo quiere divertirse, jugar a ser famoso. ¿Quién no soñaba eso a los 17? No es un buen modelo, pero tampoco busca serlo y los más viejos ya debimos haber aprendido que la censura y bajar el volumen no es el camino. No nos gusta, no lo entendemos y nos incomoda. No compartimos el mensaje de sus letras ni sus valores, pero es mejor entenderlo que hacer berrinches. Es como la capa de ozono rota: ya no queda más que convivir con ella.

Solo son adolescentes. Pensar que algún día también lo fuimos: peligrosos, incómodos, apuntados. Equivocados. Era la mejor época para hacerlo.

En un año más, Jere Klein será pasado, llegará otro joven a ocupar su puesto y muchos sueñan con hacerlo. Chicos de Hualpén, de Chañaral, de Renca. Muchachos que sienten que ser artista es tan fácil, que viven con su mamá y quieren comprarle su primer auto. Ojalá uno caro. Uno que llegue al barrio y les diga a todos que me fue bien, que la miseria no pudo conmigo, aun cuando tenía toda la ventaja del mundo.

EDICIÓN INTERACTIVA

Por Paulo Inostroza, periodista

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