Don Zatti, santo migrante

Copia de ZATTI INMIGRANTE 4

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Como millones de familias de la época, los “Zatti” emigraron a América en busca de mejores condiciones de vida. Un paisaje, cultura y lenguaje nuevos reciben a un joven Artémides, quien vivió sueños, dificultades, nostalgias y alegrías. En la segunda mitad del siglo XIX, el sistema social y estructura agraria italiana sufrieron una fuerte crisis que afectó a productores y arrendatarios rurales. El desplazamiento del campo a la ciudad provocado por la industrialización, la concentración de la propiedad rural y el crecimiento de la pobreza empujaron al campesinado italiano a migrar.

De los 52 millones de europeos que emigraron entre 1830 y 1930, cerca de 11 millones llegaron a América Latina: la mayoría provenía del norte de Italia y España. Casi la mitad, unos cinco millones de italianos, se radicaron en Argentina.

Dada la situación que atravesaba la familia de Zatti en el pueblo de Boretto, vieron en América una salida. La información de familiares que ya se encontraban en este continente entusiasmaba. Particularmente el tío Juan, que estaba en Bahía Blanca, al sur de la provincia de Buenos Aires.

Las cadenas migratorias, redes de sociabilidad e identidad étnica y religiosa funcionaban para canalizar noticias, descubrir oportunidades laborales y aprovechar los pocos recursos disponibles. Amigos y familiares ya residentes en la “tierra promisoria”, daban inicio a estas cadenas. En 1897 la familia Zatti se embarcó rumbo a Argentina, llegando el 9 de febrero. Artémides tenía 16 años.

Vínculos y fe para sentirse en casa

En América, los inmigrantes fueron dedicándose a diferentes actividades que les permitieran ganarse la vida. El apoyo entre familiares y la solidaridad de las redes, como las sociedades de socorros mutuos y la acción de la Iglesia, propiciaron la inclusión a la vida social, cultural y productiva. Los Salesianos de Don Bosco, muchos de ellos también italianos, favorecieron esa inserción.

Ya en Argentina, Artémides se incorporó a la vida parroquial y pronto se transformó en asiduo participante de las actividades salesianas. En el contacto con ellos nació su vocación religiosa y deseo de ser salesiano.

Los migrantes, incluso incorporados a sociedades “receptivas”, experimentaron pobreza e incertidumbre. En la vida de Artémides podemos ver su resiliencia ante las adversidades: trabajo precario, estudios incompletos, dificultades graves de salud y dudas por el futuro. Frente a todas se repuso. En 1914 obtiene su “carta de ciudadanía” argentina y recién en 1934, con motivo de la canonización de Don Bosco, y por única vez, vuelve a Italia y visita su pueblo natal.

Santo migrante

Diversos factores inciden en las migraciones, voluntarias o forzosas, resultado de desastres ecológicos, crisis económicas, situaciones de pobreza o conflictos armados.

Si bien en una proporción menor a lo de fines del siglo XIX, países latinoamericanos siguen recibiendo a miles de migrantes, sobre todo del mismo continente.

Como consecuencia de diversos factores, también muchas personas dejan el país para radicarse en otros lugares. Ellos y ellas van, al igual que lo hizo la familia Zatti, en busca de nuevas oportunidades, persiguiendo sueños, con dificultades y miedos.

Gracias a sus conocimientos, redes y competencias particulares, los migrantes contribuyen a forjar comunidades más fuertes, diversas y con sujetos resilientes en la nueva sociedad y cultura a la que llegan.

Los “Zatti”, y entre ellos Artémides, forjaron una historia en Argentina. Aquel migrante encontró una vocación junto a los salesianos y desarrolló una vida plena. La historia posterior lo muestra en Viedma consolidado en una vocación de servicio incondicional. Una trayectoria vital consagrada a Dios y necesitados, razón por la cual es recordado como el “pariente de todos los pobres”, un santo sencillo y cercano. Un santo inmigrante, esperanza para tiempos difíciles.

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Por Ariel Fresia, sdb

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