Retorno presencial: ¿Cómo ha afectado a los educadores?

VERSIÓN INTERACTIVA

Fueron dos años de educación a distancia y pantallas, confinamiento en casa y temor al contagio… Demasiado tiempo de no verse e interactuar físicamente con los compañeros de curso y profesores. 

El retorno a la presencialidad ha sido un importante reto para los estudiantes, pero también para los educadores, que han debido acompañar a niños y jóvenes que llegaron a las aulas con altos niveles de ansiedad, estrés y deficiencias en la relación con sus pares y maestros.

“Uno de los grandes desafíos que tuvieron los educadores, después de dos años de pandemia, fue volver a un proceso de socialización que se vio interrumpido y que incluso involucionó en temas como la resolución de conflictos”, explica el rector de la Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH), P. Galvarino Jofré.

“Cuando un estudiante se fue con 13 años y volvió con 15, se produjo un quiebre en el acompañamiento y el vínculo con la escuela, que es muy difícil de reparar”, agrega.

El doctor en Ciencias de la Educación añade que, a nivel cognitivo y formativo, también se produjo un serio daño, pero recuerda que el proceso educativo de los estudiantes no implica solo la adquisición de conocimientos: “En la escuela no solamente se da un progreso a nivel intelectual, sino que existe un proceso de socialización y de adquisición de habilidades blandas que permiten la interrelación con los pares”.

Adiciona que, luego del confinamiento, “los profesores debieron relacionarse con estudiantes que no contaban con herramientas adecuadas para un periodo extenso de trabajo escolar y con jóvenes que llegaron con factores socioemocionales no resueltos”.

Señala, además, que “esta fue una cuestión compleja, ya que los profesores tampoco tenían necesariamente la formación para hacerse cargo de la salud emocional y convivencia entre los alumnos”.

Este contexto, sumado a las exigencias del Ministerio de Educación de volver rápidamente a clases presenciales, terminó por pasarles la cuenta a muchos docentes, que han evidenciado desgaste, cansancio y estrés.

El agotamiento y dificultad para sobrellevar la situación se evidenció rápidamente. A pocos días del comienzo de las clases presenciales el número de licencias médicas por estrés y ausentismo laboral de los educadores aumentó considerablemente, llegando incluso a un 20% en algunas comunas, según cifras oficiales. Así lo reconoce Juan Pablo Vásquez, director de la Red de Escuelas Salesianas, quien comenta que “ha existido un alto número de licencias médicas en docentes producto del estrés y de un estado emocional que se ha visto sobrepasado. Para dar un ejemplo, en una de nuestras escuelas faltaron 12 profesores en un solo día. Ese es un número altísimo, difícil de resolver para los directivos”.

BIENESTAR DE LOS PROFESORES

¿Cómo se está trabajando para cuidar la salud mental y el bienestar de los profesores?

Durante 2021, en nuestra Congregación Salesiana se tomó la decisión de generar planes de acompañamiento socioemocional en las escuelas. La idea, explica Juan Pablo Vásquez, fue fortalecer el bienestar de los estudiantes y sus familias, pero también de los educadores.

“Existe una pauta de acompañamiento de los directivos hacia los docentes, que está pensada para desplegar las capacidades del profesor en el aula. En ella están también considerados los elementos humanos del desarrollo profesional. Es una pauta de acompañamiento muy en clave salesiana, donde el directivo, que tiene más experiencia, puede acompañar al profesor”, comenta.

Como medida adicional, los colegios salesianos han efectuado jornadas de bienestar y autocuidado socioemocional para sus educadores. “Hemos realizado actividades para los equipos directivos donde buscamos intencionar momentos de autocuidado, porque finalmente el directivo de una escuela es el que cuida a los que cuidan”, agrega el director de la Red de Escuelas Salesianas.

CONVIVENCIA ESCOLAR

El rector de la UCSH, P. Galvarino Jofré, cree que es urgente y necesario que todos los actores del sistema educativo nacional trabajen en conjunto para dar a los profesores herramientas que les permitan manejar de mejor manera la convivencia entre los estudiantes.

“Debe generarse una mayor colaboración entre los distintos niveles del sistema. Si logramos una cooperación mutua, un diálogo entre los académicos que han investigado el fenómeno con los profesores de enseñanza básica y media, podemos encontrar los mejores caminos para hacernos cargo de esta situación”, sugiere.

Aunque se trata de un rol que surgió antes de la pandemia, el encargado de convivencia escolar ha sido la principal figura responsable de solventar los desafíos del retorno presencial. Su papel ha adquirido una gran relevancia, mediando frente a comportamientos agresivos que se han registrado en las aulas.

Sin embargo, expertos como Juan Pablo Vásquez estiman que en muchas escuelas del país se ha perdido el sentido y se les ha dado a estos profesionales un rol de inspector o de inspector general.

“Lo que hicimos en las escuelas salesianas fue definir el perfil de ese encargado para que estuviera en sintonía con nuestros elementos identitarios del sistema preventivo de Don Bosco. No es un profesional que busque castigar o sancionar una falta. Su objetivo es anticiparse y buscar las medidas necesarias para que los problemas de convivencia escolar no ocurran”, asegura.

Como la pandemia no ha terminado y tampoco se prevé que la ansiedad de los estudiantes y el ausentismo de los docentes disminuyan en el corto plazo, se abre un gran desafío.

“Estamos preparándonos para 2023 y 2024. Necesitamos mejorar la estructura horaria en las escuelas, entre otros aspectos. Porque el estado socioemocional va a continuar. Y debemos saber enfrentarlo”, destaca Juan Pablo

TESTIMONIOS DE EDUCADORES

Profesor Alonso García, Colegio Salesiano Don Bosco de Iquique

Los niños y jóvenes estuvieron dos años sin estar en una sala de clases y muchos perdieron la noción de las reglas, como permanecer sentados, levantar la mano para participar y pedir las cosas de buena manera. Un ejemplo son quienes se fueron en prekinder y volvieron a segundo básico sin haber aprendido normas de convivencia.

No se podía pretender que en marzo estuvieran todos derechitos y ordenados. Imposible. Hubo que guiarlos paso a paso y explicarles todo nuevamente. Costó mucho normalizar los reglamentos en sala. Entre fines de mayo y principios de junio recién se creó el ambiente de aula.

Observamos que los niños querían verse y jugar. Por eso flexibilizamos horarios y alargamos los recreos. El Ministerio de Educación nos exigió entrar a todos a clase, pero dentro teníamos que arreglárnoslas nosotros. Se preocuparon mucho de lo sanitario, pero el tema psicológico nunca se mencionó ni para los niños ni adultos.

Para algunos de nosotros fue muy fuerte el cambio. En algún momento, los educadores sentimos que se trataba de normalizar todo muy rápido, pero solo en el aspecto académico. Colocar notas, porcentajes, hablar con estudiantes, apoderados, crear estrategias… Fue mucho y, cuando había pasado recién un mes del inicio de clases, empezó a pesar.

Comenzaron las licencias por estrés, no solo en profesores, también en asistentes de la educación y funcionarios. En abril notamos que había colegas tomando pastillas para dormir, porque había muchas cosas que hacer.

Unimos criterios como profesores y nació la idea de proponer a los directivos instancias de conversación para exponer ideas y aligerar la carga. En un momento estuvimos muy mal, pero nos juntamos y tuvimos una buena llegada. Ahora lo que falta es hacer una evaluación y saber qué cambios se lograron y cuánto mejoró el clima laboral.

Profesor Ricardo Soto, Escuela Agrícola Salesiana de Catemu

La vuelta a la presencialidad para mí fue vital, porque lo que nos mueve vocacionalmente son los jóvenes y era extraño estar ante una pantalla donde muchas veces los chicos no prendían las cámaras.

En su mayoría, los estudiantes regresaron a la escuela con mucha efusividad y entusiasmo. Otros llegaron más retraídos y tímidos. Nuestra labor como profesores fue observar estos comportamientos y las diferentes actitudes de los jóvenes.

Partimos con horarios normales, pero después tuvimos que flexibilizar, porque estaba siendo muy extenso y estresante para los jóvenes. Partimos con 15 minutos de recreo y lo aumentamos a 20. Esos cinco minutos fueron muy valiosos para obtener una actitud distinta en la sala de clases.

Con el transcurso de los meses hemos visto que los problemas de salud mental en los jóvenes han ido creciendo, con casos de crisis de pánico, por ejemplo. Estamos atentos, trabajando el acompañamiento desde la Pastoral y todas las áreas de la escuela.

Ha sido compleja la adaptación rápida a una “normalidad” que no ha sido tal. Trajo como consecuencia estrés laboral en los profesores, que se ha regularizado desde lo preventivo, cuidando los tiempos y realidades de los educadores.

Como equipo hemos acordado que hacen falta más actividades para el autocuidado de los docentes. Para el segundo semestre se vienen encuentros experienciales de sentido comunitario, acompañamiento y tranquilidad para generar ese ambiente familiar.

Profesora Karla Aedo, Liceo San José de Punta Arenas

Para nosotros no fue tan complejo el retorno a clases presenciales, porque el año pasado comenzamos con la modalidad híbrida y la mayoría vino semana por medio. Eso ayudó bastante.

Cuando en marzo retornó todo el colegio teníamos muchos temores por las restricciones, pero los niños llegaron muy alegres, motivados y con una ansiedad que a veces se pasaba de la raya. Tras la pandemia nos encontramos con mucha falta de normas, sobre todo en los más pequeños.

Como colegio salesiano tenemos un sello especial, nuestra educación va acompañada por la parte valórica que es fundamental. Hemos tenido algunas situaciones de conflictos, precisamente por el tema de las normas de socialización. Si no trabajamos eso, se nos dificulta todo el aprendizaje.

Durante la pandemia hubo más instancias de cuidado para los profesores que en la presencialidad. El 2020 hubo talleres de autocuidado, el 2021 igual, pero no ahora que estamos en la práctica y que realmente necesitamos esas instancias.

Hemos sufrido varias licencias médicas de colegas, cuya salud les pasó la cuenta. Siento que, a nivel ministerial, no estábamos preparados para este retorno. Debió ser más gradual. Volvimos a la jornada escolar completa, pero no hubo un programa que se preocupara de enfrentar este hecho de una forma responsable.

Hay que cuidar el bienestar de los niños, pero también de los educadores que están frente a ellos. Los niños pasan con nosotros más tiempo que con sus familias y somos una red de contención para ellos.

Algo positivo es el apoyo que ha existido entre colegas. Ha sido fundamental. Nos hemos dado consejos unos a otros y hemos podido sobrellevar esta carga de mejor forma. El colegio además ha estado bien preparado para responder a la contingencia.

VERSIÓN INTERACTIVA

Por Alejandro Manríquez, periodista

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