El desafío de la hiperconvivencia

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Como Pueblo de Dios estamos llamados a actuar frente a la pandemia y sus efectos negativos en la forma de relacionarnos, poniendo en práctica las palabras de Jesucristo: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”.

La cuarentena se convirtió en una de las medidas preventivas más utilizadas en nuestro país para controlar el Covid-19. Pronto cumpliremos un año y medio desde que se han implementado, lo que ha desatado una “fatiga pandémica”, agotamiento físico y mental que está resintiendo a las familias chilenas y a las comunidades.

Según la Encuesta Nacional sobre Cuidados al Interior de la Casa realizada este año por la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado (UAH), un 32% de las parejas encuestadas asegura que su relación empeoró en algún grado.

Según el Centro de Investigación Periodística (Ciper Chile), los llamados por violencia intrafamiliar al Fono Familia de Carabineros sumaron 24.806 entre enero y septiembre de 2020, marcando un aumento de 43,8%.

Familias sin miedo al conflicto

La familia debe ser protegida a toda costa, pues es el “seno” que acoge, educa y prepara para el mundo. Como ha dicho el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en 2015, no existe la familia perfecta y “no hay que tener miedo a la imperfección, a la fragilidad, ni siquiera a los conflictos; hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva”. Su reflexión continúa: “La familia en la que, con los propios límites y pecados, todos se quieren, se convierte en una escuela de perdón”.

Una invitación a mejorar y reparar las relaciones con nuestros cercanos, dando el primer paso para ello. Salir de nosotros mismos, levantar la mirada, verlos como nuestro prójimo y aceptarlos como hijos de Dios, con sus virtudes y debilidades.

Encontrarnos a través de la escucha y el perdón

Nuestra Congregación y Familia Salesiana, conscientes de la realidad que viven cientos de familias a lo largo del país, desarrollaron durante el primer semestre diversas instancias formativas para fortalecer los lazos afectivos dentro de la familia y acompañar a quienes se encuentren sufriendo por el deterioro de los mismos.

María Cecilia Besser, psicóloga y directora del Centro de Estudios y Atención a la Comunidad (CEAC) de la Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH) expuso la temática “Bienestar juvenil en tiempos de pandemia” en la jornada online para Centros Generales de Padres y Apoderados (CGPA) de colegios salesianos, organizada por el Departamento de Educación.

Para la psicóloga, los adolescentes son los más afectados en su salud mental, ya que “necesitan de las relaciones para desarrollar su identidad, y como la pandemia no se los ha permitido, presentan ansiedad y depresión”.

Entregó consejos a los padres para potenciar el bienestar de sus hijos. Los invitó a usar el momento de almuerzo como contención familiar, a utilizar la creatividad a través del arte, escribir cuentos, hacer videos, mantener el contacto con sus amigos y permitir tiempo de inactividad.

“Generalmente no conversamos respecto de lo que sentimos, porque nos genera angustia. Aprender a relacionarnos implica validar las emociones del otro y expresar lo que uno siente”, explica.

Además, postula que uno de los procesos fundamentales para reparar una relación de pareja o con los hijos es el perdón. “Debemos quitarle el miedo a decirles a todas las personas, incluidos los hijos, ‘me equivoqué, lo hice mal’. Equivocarse no es un pecado. Pedir perdón es un acto de humildad que reconstruye cualquier relación”.

Considera que el confinamiento permitió conocernos más, con lo bueno y lo malo. “Ha sido una prueba súper grande y creo que la pandemia nos regaló volver a estar juntos, conocernos, aceptarnos y empatizar más con los otros”.

El encuentro no rechaza las diferencias

La Asociación de Salesianos Cooperadores desarrolló en mayo el conversatorio “Rupturas y desafíos en las relaciones entre generaciones”, que contó con la ponencia del sociólogo, investigador y doctor en educación Jorge Baeza.

Al inicio de su ponencia, el Dr. Baeza expresó que “hay momentos de rupturas entre las generaciones y estos no le hacen bien a la sociedad, más bien, lo que deberíamos buscar son puntos de encuentro, que no significa rechazar las diferencias”.

Asimismo, indicó que “la familia, como una pequeña comunidad, también tiene mucha diversidad en su interior, pero nadie sobra, todos tenemos una tarea”.

Explica que la generación actual está compuesta por jóvenes que logran más escolaridad, están más interesados en su autorrealización, son más liberales en sus opciones valóricas y proyectan un vínculo con el trabajo menos estable.

Según indica la encuesta Fundación Pontificia Gravissimum Educationis 2018, realizada a 17 mil jóvenes para el Sínodo de la Juventud, están menos interesados en el ámbito religioso, en comparación con sus padres.

“Generalmente no conversamos respecto de lo que sentimos, porque nos genera angustia. Aprender a relacionarnos implica validar las emociones del otro y expresar lo que uno siente”.

Postula, además, que son varios los desafíos que deben enfrentar las generaciones más adultas con las más jóvenes, por ejemplo, la pérdida de certezas y de proyectos comunes, y dificultad para dialogar al cortar la transmisión oral, entre otras.

Ser una comunidad que previene y acompaña

Otro grupo que brindó apoyo y soporte a la comunidad a partir del sistema preventivo y mirada salesiana fue el Encuentro de Papás en el Espíritu (EPE), quienes en abril y junio organizaron dos conversatorios online sobre violencia intrafamiliar y conflictos de pareja.

En el primero, el psicólogo José Luis Concha, coordinador de Pastoral Familiar de EPE, habló sobre la violencia intrafamiliar, los diferentes tipos de perfiles de agresores, cómo enfrentar este fenómeno y cómo ayudar y acompañar a las víctimas.

Se entregaron, además, ideas de cómo mejorar nuestro actuar, haciendo de la parroquia o comunidad un lugar donde las personas que sufren por esta situación puedan obtener ayuda.

El segundo encuentro, realizado en junio, contó con la participación de María Saldaña, psicóloga, mediadora y orientadora familiar del Obispado de San Bernardo y Cáritas Chile, en el que se entregaron consejos para prevenir conflictos en el matrimonio a través de la espiritualidad de Don Bosco.

Se refirió a la importancia de mensajes positivos, acoger al otro y destacar sus éxitos sin renunciar a sí mismo; proyectar el crecimiento y el cambio; caminar juntos hacia un proyecto de vida ordenado y compartido, y ver el papel positivo de las crisis.

Acciones con mirada integral hacia las familias

Los colegios de las Hijas de María Auxiliadora (FMA) también han desarrollado distintas acciones para entregar herramientas de prevención y acompañamiento a estudiantes y familias.

Andrea Paredes, psicóloga del Área Escuela del Instituto Hijas de María Auxiliadora, cuenta que se han desarrollado charlas y talleres que “apuntan a la educación socioemocional de las niñas, niños y adolescentes, desarrollo de empatía y asertividad de los padres y madres”.

Otra iniciativa la implementó el Instituto Politécnico San Miguel Arcángel de Santiago. Desde el primer semestre de 2020 la pastoral acompaña cada viernes, en modalidad online, a familias, en lo que denominaron el Fogón Salesiano.

“Padres, madres, apoderados y alumnas se reúnen para orar y compartir juntos. Ha resultado ser un acierto, bien evaluado por las familias, y se ha mantenido con fuerza y entusiasmo”.

Como medida preventiva de acompañamiento, los establecimientos de las FMA llevan una nómina de sus estudiantes que permite identificar dificultades familiares como cesantía, problemas de salud, vivienda y dificultades en condiciones de vida (vivienda, salubridad, hacinamiento, etc.).

Este acompañamiento considera conversaciones directas, cercanas y atingentes con los jóvenes y sus familias, ayudando a través de visitas domiciliarias, auxilio económico y asistencial, activación de protocolos y denuncias a autoridades en caso de situaciones que superen las del colegio.

Llamados a vivir como los primeros cristianos

Las Sagradas Escrituras describen a la primera comunidad cristiana: “Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. Todos los creyentes estaban de acuerdo y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno” (Hch 2, 42.43-45).

Este vínculo fraterno, unido a la espiritualidad de Don Bosco, se convirtió en modelo a seguir para todas las comunidades religiosas salesianas de nuestro país y del mundo. Durante 2020 y 2021, los salesianos debieron disminuir su presencia en el patio por las medidas preventivas al Covid-19 y, al igual que miles de familias chilenas, están experimentando este tiempo complejo de hiperconvivencia.

Más que una comunidad, una familia

La comunidad religiosa del sur de Santiago se compone de 11 salesianos de Don Bosco, tres aspirantes, dos prenovicios y seis sacerdotes, cuyas edades oscilan entre los 19 y los 88 años de edad. Viven en una casa al costado del Templo Don Bosco de La Cisterna. La pandemia los llevó a reorganizarse y privilegiar el encuentro entre ellos.

Su día comienza a las seis y media de la mañana con la oración de laudes. Tras el desayuno, se reparten el aseo de la casa para luego continuar con sus tareas educativas y pastorales en el Liceo Manuel Arriarán Barros y en el Colegio Santo Domingo Savio de San Ramón.

Luego del almuerzo en comunidad, continúan las actividades, varias de las cuales son en las dos parroquias animadas por esta comunidad. Se reúnen nuevamente para rezar las vísperas y celebrar la Eucaristía. El día concluye con un poco de noticias y juegos.

Durante el tiempo de cuarentena, el “lunes comunitario” ha sido ocasión para compartir a través de juegos de mesa, partidos de pimpón o patear penales. “Hacemos de todo y nadie quiere perder. Hasta los más viejitos se la juegan por ganar”, comenta el director, P. Pedro Carrera.

Matías Cifuentes, aspirante de 19 años de edad, se incorporó a la comunidad este 2021. Vivió la cuarentena del año pasado con su familia.“Pasaba mucho tiempo en pastoral o haciendo deporte, así que llegaba muy tarde”, confiesa.

El confinamiento sirvió para restablecer ciertos lazos que, considera, estaban un poco débiles. Logró unirse más a su hermana y, viéndolo en perspectiva, fue un año muy bonito para él.

“Comparándolo con lo que vivo ahora, no es tan distinto, porque la comunidad es un ambiente de familia. Pasan chascarros o pequeños problemas, cosas que suceden porque somos personas distintas. Es igual a que tu mamá te llame la atención, porque nos quieren corregir, enseñar y formar”, expresa.

El P. Maximiano Ortúzar es el hermano más longevo de la comunidad, con 88 años de edad, 70 de profesión religiosa y 60 de ordenación sacerdotal. Su servicio pastoral lo ha desarrollado en Punta Arenas, Iquique y Santiago. Considera que las cosas que fortalecen una buena relación entre hermanos o familiares son conocerse, compartir, ayuda mutua y saber perdonar.

“Me siento feliz de haber experimentado la vida salesiana. Aquí encontré el sentido a mi vida y los jóvenes que nos ven captan eso. Mutuamente nos damos ejemplo de una vida realizada, damos gracias a Dios y vivimos contentos”, reafirma.

En medio de las experiencias de Matías y el P. Maximiano se encuentran el P. Osvaldo Valenzuela (32) y el P. Pedro Carrera (42), quienes se desempeñan como vicario y director de la comunidad, respectivamente.

Para el P. Osvaldo la comunidad religiosa es un espacio de contención y de escucha, “un lugar donde uno puede mostrarse naturalmente y es aceptado, donde puedo mostrar mis sentimientos, rabias, enojos y sinsabores, pero, sobre todo, es un lugar de proyecto común, de convergencia de las distintas intenciones y propósitos que cada uno tiene en su corazón”, expresa.

El P. Pedro considera que su comunidad vive un ambiente de vida muy particular. “Los jóvenes tienen referentes de edad más avanzada y, al mismo tiempo, la tarea de formación nos invita a dar testimonio de lo que significa una vida salesiana”.

“La realización de actividades de forma remota nos ha favorecido para encontrarnos. Ahora tenemos más tiempo para conversar y las sobremesas son más largas”, comenta el director.

Unidas en los tiempos difíciles

Las comunidades religiosas de las Hijas de María Auxiliadora también se adaptaron a la pandemia, utilizando la modalidad híbrida para el desarrollo de actividades de la misión educativa y pastoral, y también en lo concerniente a su convivencia.

Las propias instancias de la vida comunitaria les ha ayudado a vivir unidas el tiempo de pandemia, por ejemplo, la tarde comunitaria, que se realiza una vez por semana, en la que rezan juntas y tratan temas formativos, además de compartir reflexiones y experiencias y recrearse.

Sor Viviana Donoso y Sor Rosa Suazo comentan que los retiros mensuales son un “tiempo dedicado al encuentro con una misma y con el Señor, que llena y da sentido a nuestra vida de entrega a Él, en nuestros hermanos y hermanas y, en especial, en nuestros niños y jóvenes”.

Para favorecer la comunicación en la provincia crearon en 2020 los encuentros intercomunitarios, instancias online y formativas que les permiten compartir. Además, potenciaron los tiempos de recreo, lo que les permite entretenerse unidas a través de juegos, deportes y películas.

Reír y llorar juntas

“Antes pasaba gran parte del día en el colegio y veía a mis hermanas solo en los momentos comunitarios. Con la pandemia eso cambió totalmente”, comenta Sor Gabriela Aguilera, de la comunidad María Auxiliadora del Liceo José Miguel Infante de Santiago.

“He aprendido la importancia de la comunicación en la comunidad. Aunque somos un grupo de distintas edades, compartir las aventuras de la pastoral y de la universidad me ha ayudado a crear vínculos más profundos y sinceros. He sido testigo de que la edad no es una barrera”, agrega.

Para Sor Bernardita Meneses, de la comunidad S. María D. Mazzarello de Puerto Natales, su experiencia ha sido parecida: “Siento que la vida comunitaria se ha simplificado, porque estamos más tiempo juntas. Eso nos hace gozar de la fraternidad y gestos concretos de acogida, como contar anécdotas y chascarros de las clases virtuales”, explica.

“Este tiempo nos ha permitido tener largos momentos de oración. Hemos experimentado una vida de hogar y familia en la que hemos reído y llorado juntas”, agrega.

Para Sor María Paulina Guajardo, de la comunidad Santa Teresita de Talca, este tiempo de estar más en casa y compartir con las hermanas ha sido una posibilidad de ser una mejor hija de María Auxiliadora, porque “al estar siempre juntas nos hemos conocido más, incluso ha sido una oportunidad para mejorar nuestro carácter y ser más serviciales”.

“Me he sentido contenta, porque hacemos todo juntas: limpiar, ordenar la casa, rezar con más calma, preparar muchos videos para estar cerca de las niñas y educadores. He aprendido algunas manualidades, pero, sobre todo, hemos aprendido a querernos más, a agradecer cada minuto de vida y abrir nuestro corazón para rezar por el mundo entero” agrega.

Hermanos y hermanas en diferentes etapas, con historias de vida diferentes, pero que coinciden en que la clave para una buena convivencia es la conciencia de que todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre, redimidos por el amor de Cristo, herederos y continuadores de la misión confiada por Don Bosco y María Mazzarello.

Por Karina Velarde y Alejandro Manríquez, periodista

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