¿A qué jugaban los chicos en el Oratorio de Valdocco?

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En las Memorias del Oratorio, Don Bosco entrelaza 24 veces la palabra “juegos”, 28 veces “entretenimiento”, 39 veces “recreación” y tres veces “partidas”.… Podríamos deducir que la recreación, más que una práctica pedagógica, es para él una dimensión educativa.

De niño juguetón a Harry Potter del siglo XIX

Se puede decir que el juego y el entretenimiento fueron, desde siempre, un modo de ser y de comprender la vida de Juan Bosco. Por lo menos así lo relata en las Memorias del Oratorio. Él mismo se describe de niño de esta manera: “A los 11 años yo jugaba a los dados, al salto mortal, a la golondrina (apoyado en una vara, levantaba horizontalmente su cuerpo para luego girar impulsándose con las piernas), caminaba sobre las manos, saltaba y bailaba sobre la cuerda, como un saltimbanqui de profesión”.

Sobre su paso por la ciudad de Chieri en su juventud, da esta pincelada: “En medio de mis estudios y además de entretenimientos como el canto y la música, la declamación y el teatro, en los que participaba de corazón, había aprendido algunas otras destrezas: naipes, tarot, balón y tejo, los zancos, el salto y las carreras. Eran cosas que me encantaban, y si no era un diestro en todas ellas, tampoco era un jugador mediocre”.

¿Qué decir de la prestidigitación? Así nos narra sus artes mágicas el que llegará a ser Patrono de los magos e ilusionistas: “Entonces, quedaban todos boquiabiertos al ver salir de una cajita mil esferas, una más grande que la otra, y de una bolsita mil huevos… o sacar pelotas de la punta de la nariz de los asistentes y adivinar el dinero que había en los bolsillos; o cuando con solo tocar las monedas de cualquier metal, se reducían a polvo; o cuando hacía que entre el auditorio aparecieran fantasmas horribles y seres sin cabeza; entonces, algunos comenzaron a sospechar que yo fuera un brujo”.

Los juegos de Valdocco

Las Memorias del Oratorio dicen que “se cantaba, se reía en todos los lugares del patio, como si fuera una fiesta continua”. Los juegos más comunes en Valdocco eran: la pelota, las bochas, los zancos en los que Cagliero hacía malabares, las carreras de embolsados, las hamacas, la calesita, el tejo.

Otros entretenimientos eran el juego de “los oficios”, del “burro vuela”, en el que don Francesia era experto animador. Los saltos, las vueltas de carnero, la rana, las escondidas, las piñatas. También juegos por equipos como la bara rotta o el marro, donde dos grupos se turnan para atrapar a los adversarios, quienes, al ser capturados, pueden ser liberados al tocarle la mano a un integrante de su equipo.

A estos se sumaban todo tipo de juegos gimnásticos: paralelas, barra fija, cuerdas, bastones, carreras y ejercicios de destreza; y juegos de salón, como la oca, las damas, el ajedrez, la tómbola y el correo.

En sintonía con su época

Durante los primeros años del Oratorio de Valdocco, el Piamonte vivía tiempos de guerra y los juegos de estrategias bélicas apasionaban a los jóvenes. Don Bosco los introdujo, permitiendo que sus muchachos realizaran maniobras en el patio del Oratorio; más aún, se las arregló para conseguir una buena cantidad de fusiles y espadas de madera.

El Sr. José Brosio estaba ya retirado del Ejército y tenía un gran cariño por Don Bosco, por eso se prestaba para ayudarlo en los juegos. Llegaba uniformado, lo que provocaba un delirio entre los chicos. Con su cornetín organizaba y daba órdenes de maniobras a dos bandos que contendían en una guerra imaginaria, pero sin golpes. Los jóvenes estaban como locos: unos se inscribían y otros se deleitaban contemplando las maniobras, marchas y batallas.

Quedó en los registros la vez que, superando todo control, las “tropas adversarias” desarrollaron su batalla final sobre la huerta de Mamá Margarita, a quien Don Bosco tuvo luego que consolar diciéndole: “¡Son solo muchachos!”.

El alma del recreo

Se suman los paseos, la música, el teatrito, los desayunos y meriendas especiales y la celebración de las fiestas. Pero lo más hermoso de esta dimensión del “juego” en el Oratorio es lo que Don Bosco expresa en la Carta de Roma de 1884, cuando define al salesiano, educador auténtico, como “el alma del recreo”.

Es el adulto que se hace niño por amor, para “demostrar” que ama y ganarse así el corazón del muchacho, construyendo, allí en el patio, el verdadero vínculo educativo.

Por P. Luis Timossi, sdb

Hay 1 Comentario

  1. Publicado por Patricio Concha P

    Me parece notable el aporte de este documento donde nos damos cuenta de la actualidad de la espiritualidad Salesiana , la vinculación un tema abordado desde la convivencia escolar , educación emocional.
    Gracias por compartir

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