Editorial 205

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Estimados miembros de la Familia Salesiana, amigos de Don Bosco: Este mes de noviembre comenzamos el Mes de María. “La Virgen quiere que la honremos con el título de María Auxiliadora: los tiempos que corren son tan tristes que tenemos verdadera necesidad de que la Santísima Virgen nos ayude a conservar y defender la fe cristiana” (San Juan Bosco).

Entre el 7 y el 10 de noviembre celebramos el VIII Congreso Internacional de María Auxiliadora en Buenos Aires, el que lleva por lema: “Con María Mujer Creyente” y cuenta con la participación del Rector Mayor y la Madre General, además de muchos inspectores e inspectoras de todo el continente.

Los Congresos Internacionales son eventos promovidos por la Asociación de Devotos de María Auxiliadora (ADMA) para todos los grupos de la Familia Salesiana, que encuentran en María a la Madre y Maestra de toda vocación. Su objetivo es conocer, profundizar y difundir la devoción por María como auxilio del pueblo cristiano.

Agradecemos a la Virgen su asistencia constante, palpable. Al dirigir una mirada al conjunto de presencias salesianas, aflora en nuestros labios la frase de Don Bosco, repetida hasta la saciedad por todos los miembros de la Familia: “Ella lo ha hecho todo”.

La obra salesiana ha crecido bajo el manto de María Auxiliadora a lo largo de todo el territorio de nuestra geografía nacional, multiplicándose las iniciativas de misión tanto de los Salesianos como de las Hijas de María Auxiliadora. Una obra que implica un enorme caudal humano de personas que han puesto su vida en manos de ella para darse a los jóvenes; una obra material de escuelas, talleres, templos, residencias, oratorios, etc.

¿De dónde ha surgido este milagro? Una obra que se caracteriza por un estilo cristiano salesiano... Basta tener unos gramos de fe para darnos cuenta de la realidad de este prodigio. Con razón decía Don Bosco: “Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros”.

En la experiencia de Don Bosco, el amor a María y el amor a la Eucaristía siempre van juntos, son las dos columnas que sustentan la vida y la misión de la Iglesia. En el imaginario mariano de nuestro padre fundador, que podemos sacar de una manera especial de sus sueños, María se presenta como la Señora o Reina que espera a los jóvenes al final del viaje aventurero de la vida y los invita a participar en el banquete celestial. Como buena anfitriona, María acoge a los invitados, después de haber preparado cuidadosamente todo. El banquete celestial, así como el banquete eucarístico que continuamente lo anticipa y lo prepara, es el lugar de la comunión perfecta. La comunión con Dios y entre nosotros es el objetivo último del culto cristiano.

Jesús se ofrece en la cruz para que seamos readmitidos a la comunión con el Padre; se ofrece en el pan para que podamos ser uno con Él. Los “devotos” de María Auxiliadora, de la misma manera, son invitados a ser protagonistas de la celebración eucarística, ofreciendo su propia vida, el gozo y el esfuerzo, para que la comunión crezca: en la familia, en el trabajo, en la comunidad eclesial.

Les bendice, P. Carlo Lira Airola, Inspector

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